Por Ramón Durón Ruíz
La siguiente historia cautiva mis sentidos: “Una niña tenía dos manzanas en su mano. Su mamá se le acercó y le preguntó a su hija si le daría una manzana. La niña rápidamente mordió una y luego la otra.
La mamá sintió como se le congeló la sonrisa y trató de no mostrar su decepción. Pero la niña le pasa una de las manzanas y le dice:
— Toma mamita… ¡Esta es la más dulce!”1
La historia trae consigo dos moralejas profundas:
1.- Que importante es no hacer juicios a priori, a veces tu percepción es eso, tu percepción, llena de tus significantes y significados personales, pero eso no significa que es la correcta, antes de interpretar según tus codigos mental-emocional, aprende a escuchar con tu corazón, te conduce a una rica percepción extrasensorial.
En multiples ocasiones, existe una discrepancia entre nuestra percepción visual-emocional y la realidad, ello acontece, porque nos creemos dueños de la razón, creemos saberlo todo y nos hemos encerrado en nosotros mismos, entonces vemos la vida a traves de la óptica de nuestra experiencia personal, haciendo a un lado la toma de conciencia de la sabiduría infinita del universo.
Al lado de la percepción que nace del corazón, la percepción visual es inexacta, es tan frágil como débil, porque implicaciones estructurales mentales fragmentan la realidad, será porque con la vista percibes parcialmente un hecho, situación o cosa, mientras que con el corazón tienes la sensibilidad, la sabiduría, la intuición, la percepción de observar y sentir el poder en la máxima expresión, en su totalidad.
Cuando percibes a través de los “ojos del corazón” tu espíritu te conduce a nuevas experiencias, tiene un rico acompañamiento, tu percepción pasa de ser simple sensación personal, para convertirse en una experiencia más consciente, más completa, más sensible, más lucida, haces a un lado las fantasías de tu imaginación y alcanzas a distinguir lo superfluo de lo permanente, para ver lo que hay detrás de los hechos o cosas… aparece lo real, el fondo de la vida.
2.- Los niños son inmensamente felices porque intuitivamente saben dar con el alma, dan cuando se debe de dar, a tiempo, en una entrega total, dan todo y quisieran tener más, para darlo, cada que dan algo, se dan a sí mismos, su alma tiene una conexión con el universo –que con el paso de los años se va extraviando– que les dice que vale más la forma y el sentido con el que se da… que lo que se da.
Los niños son amados porque para ellos no hay transacciones, sólo saben dar con pasión, sin esperar nada a cambio, ellos “dan con los ojos cerrados y con su corazón abierto,” “esa es la lógica del amor incondicional” en reciprocidad, el universo les multiplica su luz y les abre la puerta de la abundancia de bendiciones.
Los niños desconocen las formas en las que el adulto atesora, en las que “ahorra en exceso”, para ellos la mejor inversión es experimentar el dar, ahí esta la ganancia de ser y existir; entienden la vida como expresión sublime de dar con alegría, con desinterés, con amor y dejarlo entrar al corazón.
“La tradición celta, sostiene que si proyectas la bondad que hay en ti o si compartes lo que hay en ti de bueno o feliz, te será devuelto multiplicado por diez mil. En el reino del amor no existe la competencia; no hay posesividad ni control. Cuanto más das con amor… más tendrás”
El Filósofo de Güémez da con amor el humor, apropósito el nieto le dice al campesino de allá mesmo:
— ¡Abuelo!, vinieron a preguntar si aquí vendían un burro.
— ¿Y qué les dijiste mi’jito?
— ¡PO’S QUE NO ESTABAS!
1 http://agenciajm.com.mx/index.php/columnas/19019-que-conste-son-reflexiones-nina-de-las-dos-manzanas
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