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Cada año más de un millón de mexicanos cruza la frontera para llegar a los Estados Unidos, la edad promedio para hacerlo es de 26 años, sin embargo Johnny tenía 17 la primera vez que lo hizo, para él tener dinero sería muy fácil del otro lado, era lo que todos decían, que allá en una semana podías comprarte un carro, mientras que en México ni en una vida.
Era 1990 cuando llegó a California, y una vez instalado con familiares que habían llegado antes descubrió la realidad de las cosas, la vida es dura en ambos lados, pues nadie te dice que una vez que tienes trabajo debes pagarle a quien te haya prestado para poder cruzar, también contribuir con los gastos de la casa en la que te encuentras y pueden ser muchos, ni que una vez que lo que ganas es realmente tuyo ya estás acostumbrado a vivir con los gabachos.
Hace 25 años llegar a los Estados Unidos era más sencillo, no existía un muro y diariamente miles de personas esperaban sentadas en la frontera para salir corriendo todos juntos y pasar al otro lado, ser trasladado por un pollero costaba alrededor de 300 dólares, en la actualidad pagas más de diez mil, lo equivalente a 164,500 pesos mexicanos.
El principal motivo de migración sigue siendo por falta de empleo, De acuerdo con información del INEGI, en el periodo de 2006 al 2010, por cada 100 migrantes, 75 señalaron el trabajo como motivo de su desplazamiento. Los mexicanos radicados en estados unidos se han vuelto el 4% de la población y son parte importante en el crecimiento económico del país vecino, muchos realizan el trabajo que los gringos no quieren hacer. Pero aun perteneciendo a la clase de bajos recursos, trabajando como obrero se puede tener un estilo de vida digno.
Un obrero gana aproximadamente 600 dólares a la semana, el equivalente a más de 9 mil pesos mexicanos, claro que hoy en día también es difícil obtener trabajos así, por ello las personas que lo tienen hacen todo por cuidarlo, para ellos se trata de producir lo más que se pueda y saber administrarse, Estados Unidos es un país con muchas oportunidades pues aún sin estudios pueden tener un salario que les permite ir a comer a restaurantes, salir al cine, e incluso comprar artículos de marca, lo cual en México es casi imposible cuando no se cuenta con estudios y muchos de los privilegios anteriores son sólo para las personas más adineradas.
La vida para ellos tampoco es fácil, es mentira que la migra los persiga todo el tiempo, sin embargo sí es cierto que se sufre discriminación pero no de los americanos, sino entre los propios latinos, hay quienes se avergüenzan de sus orígenes y tratan despectivamente a los suyos, también la soledad ha consumido a muchos que creían en el sueño americano y al descubrir que tampoco es sencillo vivir del otro lado terminan en las calles y ahogados en alcohol. Y los que logran triunfar después de años de esfuerzo, viven añorando volver a su patria, extrañan las costumbres y la familia.
Le pregunto a Johnny sobre su momento más difícil al cruzar la frontera y responde que es la incertidumbre, pues sabes qué día sales de tu país pero no cuando vas a llegar o si lo vas a lograr, actualmente ya no cree conveniente hacerlo, la vida se pone en riesgo y así ganes en pesos o dólares el dinero no te alcanza, los precios se incrementan en ambos países, la única diferencia es que para los que ya llevan una vida allá es más sencillo acceder a servicios básicos como salud y educación.
Mientras que aquí el estado culpa a los maestros por las deficiencias del sistema, en Estados Unidos el gobierno exige a los padres que cumplan con su obligación de llevar a los niños a la escuela, y todo aquel que sobresale en los estudios tiene asegurada una carrera universitaria.
Comparto la historia que podría ser de Juan, María, José o Pedro porque son millones de migrantes los que se han asentado principalmente en Los Ángeles, Chicago y Dallas, y todos desean volver a México algún día, y así como alguna vez tuvieron el sueño americano hoy esperan que México prospere, no pueden entender como un país con tantos recursos se empobrece día con día, les gustaría que sus hijos puedan conocer sus tierras pero también les preocupa la inseguridad que se vive.
Los pocos que han regresado, vuelven a intentar cruzar la frontera, pues su vida ya está del otro lado, han formado nuevas familias a las que inculcan valores y en las que generan unión por la añoranza de la que han dejado en México. Mientras tanto esperan que algún día de verdad existan reformas migratorias que les ayuden a vivir mejor y que permitan el apoyo a quienes han dejado en el país.