Se ha declarado, con la misma pompa que se anunciaron las Reformas Estructurales, formalmente inaugurada la temporada del jinicuil. Así lo vi en una red social, sin que me conste la pulcritud de la información ni la temporalidad de la misma… fue una información extraviada que seguramente alguien subió sin mayor esmero, sin que se verificara su validez y subida al bananazo, razones por las que la doy como enteramente cierta.
Tiene demasiados años que no pruebo el jinicuil, la última fue cuando de niño vivía en Villahermosa, que es por mucho uno de los lugares más calientes en los que he vivido. Xalapa ya no se queda lejos. Antes era una shulada de clima el que teníamos pero ya no queda más de aquél clima londinense. Ahora llueve a borbotones, es espacios focalizados y graniza a discreción. Me acordé de los jinicuiles porque este fin de semana, contra mi voluntad, fui arrastrado contra mi voluntad a una fiesta de mi familia política, muy cerquita del Puerto de Veracruz, y fue, por decir lo menos, como un viaje al centro del calor.
La primera parada la hicimos en Cardel, para ir atemperando el cuerpo. Me bajé en el Chedraui y dejé a la Karla en el carro a que cuidara que no se nos escapara el sol, le entreabrí una ventana (no soy tan sádico) y le dije Ahorita vuelvo. Adentro del súper, con un clima que luchaba contra el rabiante sol del mediodía, apenas se podía medio vivir. Compré lo necesario y me tomé una agüita de jamaica viendo a la distancia cómo el carro se derretía y a la Karla convertirse en un espejismo. Después de unos lacerantes minutos que a ella debieron serle una eternidad, volví al auto donde la señora respiraba a bocanadas por la rendija abierta y tenía el rostro descompuesto y ajado como el del Hombre sin nombre (Clint Eastwood en Por un puñado de dólares).
Después de andar por una carretera sumamente angosta en la que bien podríamos jugar gallo gallina, llegamos al Tejar y a la mencionada reunión. Todo estuvo -para mi vergüenza por haberme puesto de remolón- la mar de bonito, buena comida, buena bebida, y lo mejor de todo es que platicamos de cualquier cosa menos de economía y finanzas. Es casi una regla que en las comidas a las que acudo se comience a platicar del dólar y su inminente cercanía al cielo; las jubilaciones y el sistema de pensionados que tienen ahogadas a las paraestatales y los sistemas de salud; la falta de dinero fresco para pagarle su pensión a los viejitos; los riesgos de la inflación galopante que se materializa y se cierne sobre nuestras cabezas como los 4 jinetes del Apocalipsis; y las mínimas y poco destacables recuperaciones del peso. Convendrá conmigo que antes de llegar al postre ya estamos con las tripas hechas bolas y llamándole a nuestro corredor de seguros para que incremente en la medida de lo posible la prima asegurada. Ya después de tan buenos momentos de pláticas diáfanas y transparentes, carentes de cualquier toque o sensación política-económica-financiera, enfilé al Puerto de Veracruz con mis hijos en ristre, dispuestos a asaltar La Parroquia.
¡Qué gentío de gente! Entrar en sábado por la noche a cualquiera de esos lugares es una proeza, hay que armarse de valor y paciencia para poder disfrutar de esa tradición gastronómica. Después de un buen rato, a punta de sombrerazos y dando latigazos con un paliacate, logramos hacernos de una mesa. Todos pedimos un buen lechero, y al centro canillas, champolas, michas con frijoles y bísquets con mermelada que yo embadurné además de azúcar. Todo iba bien, hasta que el Paquito decidió que no, que no son los tiempos de ponerse clásicos y se pidió una hamburguesa y un refresco. ¡Válgame! El mesero que en su otra vida fue cuidador de las joyas de la Reina Carlota reviró los ojos y se le fueron a blancos. Le trajo de mala gana su comida y así terminó la noche. El Paquito no es de los clásicos, no ubica la necesidad de una buena canilla y un lechero, y seguramente le viene valiendo una pura y dos con sal que ya esté, pomposamente inaugurada, la temporada de jinicuiles (ni los conoce y tal vez ni conocerá).
Tome nota: Javier Duarte le dijo por oficio a Miguel Ángel, el purito, Mancera, que “en lo personal y como gobierno, le proporcionaremos cualquier dato o información que se nos solicite”… y ¿qué cree? Le van a tomar la palabra.
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