La gente debe creer en la democracia para que esta funcione. Porque cuando mejor funciona, más se cree en ella.
David Runciman
Universidad de Cambridge

Según el Centro de Estudios Freedom House en 2014 el número de países que se podrían considerar libres o parcialmente libres representaban poco más del 70% por ciento de las naciones.
Sin duda fue un avance significativo si tomamos en cuenta que desde 1972, fecha a partir de la cual se comenzaron a aglutinar las estadísticas globales sobre libertad y democracia, y cuando solo uno de cada dos países podían ser considerados libres.
Los beneficios económicos de ese avance son contundentes. Existe una alta correlación entre los países gobernados bajo regímenes democráticos y su nivel de ingresos. Lo que hacía ver a los modelos políticos económicos occidentales como más ideos y viables.
Con la crisis de 2008 la población mundial comenzó a volverse escéptica con respecto al funcionamiento del modelo económico imperante. La disminución en términos absolutos de sus niveles de ingresos con respecto al incremento de sus necesidades, mermó la credibilidad de los sistemas democráticos.
Lo que hizo que principalmente en los países latinoamericanos se fortalecieran las alternativas populistas tanto de izquierda como de derecha, generando de igual forma por otro lado un bloque que consideraba a la política esencialmente corrupta o maligna.
Y nos hace pensar que la política está sujeta a los determinantes cíclicos de la crisis. Lo que la vuelve (para algunos) despreciable por ser incapaz de resolver los problemas que aquejan la cotidianidad de la vida material.
Situación que se redobla cuando los vaivenes de la opinión pública cobijan escándalos, por presentarse como incapaz de resolver los efectos perversos que generan políticos que son en muchas ocasiones productos de la coyuntura y con escasos méritos.
Con la celeridad a la que crecen los medios de comunicación y la conectividad informativa, pareciera que serviría para que ampliara la libertad económica y mejorara la democracia, hilvanando un conducto de prosperidad compartida.
Esa premisa no se cumplió, hoy por hoy, predomina el inmediatismo y las acciones precipitadas, -y a la Palabras de Roger Bartra- se vive una constante alternancia entre momentos críticos y parálisis, entre la excitación y la inercia.
Donde los medios de comunicación arropados bajo la tutela de la libertad de expresión, contribuyen a desorientar o a manipular a la ciudadanía cuando posicionan sus posturas dogmáticas o intereses personales en el contenido de la información.
Es sabido que las democracias no se hacen las guerras entre ellas, pero parecen requerir rivales o de amenazas para legitimarse, es decir, cuando realizamos un análisis comparativo de en qué entidades o estados existen menos libertades civiles es cuando se presenta un efecto valorativo con respecto a lo que se cuenta.
Es ante esa condición es cuando se debe reclamar un mejor manejo informativo, pues con ello se pueden corregir los problemas actuales de la democracia. Sobre todo para hacer efectivo un sistema robusto de pesos y contrapesos sobre el poder de los gobernantes elegidos.
De sesgar la información y dar afirmaciones cuando no se tienen elementos, solo reducimos paradójicamente nuestra libertad efectiva, y también deterioramos la democracia, y la credibilidad informativa se nulificará.
Cuidemos la voz y hagamos buen uso de ella, dado que así como nos engrandece nos puede hacer caer, sufrir y generar amargos desencuentros. No afirmemos lo que carezca de prueba, aparte de ser un delito no es sano para la colectividad.
Recordando:
• El aspecto jurisdiccional y de competencias juega un papel fundamental en cualquier ejercicio procesal plantearlo al revés desinforma.
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