Independientemente de los cargos a los que se hace acreedor un mal servidor público que opere en cualquiera de los poderes del Estado por realizar acciones ilegales o indebidas en el ejercicio de su función,– en el caso de nuestra entidad, previstas en la Ley número 36 de responsabilidades de los servidores públicos para el Estado Libre y Soberano del Veracruz de Ignacio de la Llave–, hay un aspecto del que no se pueden salvar: el desprestigio público y desconfianza a la que se le remite, lo que no se quita de por vida porque incluso, a veces, se hereda hasta a los familiares.
Y quizás esto último es lo que más duele o afecta a un servidor o ex servidor público, –cuando se tiene vergüenza– el ser recordado o señalado frente a la sociedad como corrupto, bandido o deshonesto para toda la vida.
Pero ¿por qué falla un servidor público?: ¿por ignorancia?, ¿por negligencia?, ¿por ambición?
Por ignorancia, es posible, porque cuando se llega a los cargos sin tener el mínimo conocimiento de lo que se va a hacer –inadecuado perfil para el puesto–, se pueden cometer graves errores, de manera personal o al auspicio de colaboradores que sí sean experimentados en la materia.
Por negligencia, también puede ser, cuando el funcionario por mala organización y control comete irregularidades propias y/o con sus colaboradores que afectan la marcha de la institución y el daño, material, económico y social es severo, para quienes debieran ser beneficiados de la función.
Por ambición, en el mayor de los casos. Individuos, mujeres y hombres, que al amparo del puesto público cometen intencionalmente actos de corrupción, tráfico de influencias, enriquecimiento “explicable”, etc., siempre buscando hacerlo de “fina” manera para no dejar huella de sus fechorías y arbitrariedades.
Pero cualquiera de estas razones, el resultado es el mismo: se falla a la misión encomendada, a la institución y a los ciudadanos a quienes se sirve.
Luego entonces ¿que requiere un buen servidor público? Manejar buenos valores personales y profesionales para poder ser un sujeto confiable. Basta con revisar –antes de contratar–, su vida personal, sus antecedentes laborales y profesionales, sus vínculos con grupos en el poder público y privado, los resultados en cargos relacionados, etc., para darse cuenta si es una persona con experiencia, eficiente, confiable en su capacidad, en su honorabilidad y en su calidad como individuo.
Por eso la necesidad de contar y aplicar el Código de Ética para la administración pública, que norma la función del servidor, como un promotor de valores y principios en la sociedad, para partir, con el ejemplo personal frente a la misma. Pero para mayor comprensión expreso algunos valores que frecuentemente mencionan los códigos éticos para servidores públicos:
Honestidad.-El servidor Público trabajará con pudor, decoro y recato en cada una de sus actuaciones. No deberá utilizar su cargo público para obtener algún provecho o ventaja personal o a favor de terceros. Tampoco deberá aceptar compensaciones o prestaciones de cualquier persona u organización que puedan comprometer su desempeño como servidor público.
Compromiso.-Asumirá compromiso consigo mismo, con sus valores, (personales, grupales, organizacionales y patrióticos), con una misión, con el trabajo mismo, con una filosofía o cultura organizacional que implica una obligatoriedad moral.

Responsabilidad.-El servidor público debe hacer un esfuerzo honesto para cumplir con sus deberes. Cuanto más elevado sea el cargo que ocupa mayor es su responsabilidad para el cumplimiento de las disposiciones de las normas que rigen un Código de ética para servidores públicos.

Lealtad.- Se consagrará voluntariamente a su trabajo, a sus colaboradores, superiores, a la institución y el Estado.

Justicia.- El servidor público debe conducirse invariablemente con apego a las normas jurídicas inherentes a la función que desempeña. Respetar el Estado de derecho es una responsabilidad que, más que nadie, debe asumir y cumplir. Para ello, es su obligación conocer, cumplir y hacer cumplir las disposiciones jurídicas que regulen el ejercicio de sus funciones.

Respeto.- El servidor público profesará el respeto por sí mismo, por la profesión, por el trabajo que se hace, por las normas y conductas personales y sociales que impone la naturaleza humana, la comunidad y la sociedad.

Humildad.-Procederá con nobleza, reconociendo sus aciertos o sus equivocaciones, mostrando disposición para corregir lo que sea necesario y vaya en beneficio de la persona y la entidad.

Bien Común. -Todas las decisiones y acciones del servidor público deben estar dirigidas a la satisfacción de las necesidades e intereses de la sociedad, por encima de intereses particulares ajenos al bienestar de la colectividad. El compromiso con el bien común implica que esté consciente de que el servicio público es un patrimonio que pertenece a todos los mexicanos y que representa una misión que sólo adquiere legitimidad cuando busca satisfacer las demandas sociales y no cuando se persiguen beneficios individuales.

Rendición de cuentas.-Para el servidor público rendir cuentas significa asumir plenamente ante la sociedad, la responsabilidad de desempeñar sus funciones en forma adecuada y sujetarse a la evaluación de la propia sociedad. Ello lo obliga a realizar sus funciones con eficacia y calidad, así como a contar permanentemente con la disposición para desarrollar procesos de mejora continua, de modernización y de optimización de recursos públicos.

Integridad.- Deberá actuar con honestidad, atendiendo siempre a la verdad. Conduciéndose de esta manera, fomentará la credibilidad de la sociedad en las instituciones públicas y contribuirá a generar una cultura de confianza y de apego a la verdad.

Preservar el entorno cultural y ambiental.-Al realizar sus actividades, el servidor público debe evitar la afectación de nuestro patrimonio cultural y del ecosistema donde vivimos, asumiendo una férrea voluntad de respeto, defensa y preservación de la cultura y del medio ambiente de nuestro país, que se refleje en sus decisiones y actos.

Generosidad.-El servidor público debe conducirse con una actitud sensible y solidaria, de respeto y apoyo hacia la sociedad. Esta conducta debe ofrecerse con especial atención hacia las personas o grupos sociales que carecen de los elementos suficientes para alcanzar su desarrollo integral, como los adultos en plenitud, los niños, las personas con capacidades especiales, los miembros de nuestras etnias y quienes menos tienen.

Imparcialidad.- El servidor público actuará sin conceder preferencias o privilegios indebidos a organización o persona alguna. Su compromiso es tomar decisiones y ejercer sus funciones de manera objetiva, sin prejuicios personales y sin permitir la influencia indebida de otras personas.

Igualdad. -El servidor público debe prestar los servicios que se le han encomendado a todos los miembros de la sociedad que tengan derecho a recibirlos, sin importar su sexo, edad, raza, credo, religión o preferencia política. No debe permitir que influyan en su actuación, circunstancias ajenas que propicien el incumplimiento de la responsabilidad que tiene para brindar a quien le corresponde los servicios públicos a su cargo.

Transparencia.- El servidor público debe permitir y garantizar el acceso a la información gubernamental, sin más límite que el que imponga el interés público y los derechos de privacidad de los particulares establecidos por la ley. La transparencia en el servicio público también implica que el servidor público haga un uso responsable y claro de los recursos públicos, eliminando cualquier discrecionalidad indebida en su aplicación.
Y sólo he mencionado algunos de los principales valores, que abonan a la riqueza de la función pública cuando se hace con respeto y responsabilidad.
Pero, cuando veo que en los hechos muchos funcionarios actúan irresponsablemente, entonces es cuando siento que el sentido de estos valores sale sobrando frente a los vicios de la administración pública. Y me pregunto ¿Cuántos de los exfuncionarios y funcionarios actuales los cumplen? Porque cuando un funcionario falla, sancionarle administrativamente o inhabilitarlo después del daño que hacen a nuestro pueblo, es de risa—para ellos–, porque se van de la gestión con las manos llenas, y no compensa el daño tan grande que hacen a una institución o a la entidad.
¿Qué acaso cuesta mucho trabajo llegar a la función pública con la mejor disposición de cumplir y hacer cumplir con las normas constitucionales e institucionales? Sobre todo si el sueldo es decoroso y digno para satisfacer las necesidades básicas del funcionario. ¿Por qué robar? ¿Por qué querer hacerse millonario en tres o seis años a… fuerza? ¿Por qué sangrar al ciudadano que solicita el servicio? ¿Para eso se estudió una profesión? ¿Por qué tanta hambre de poder y de dinero? Complejos que vienen desde la niñez, ambiciones, malos ejemplos familiares, bajos valores, en fin, indignas personas que desprestigian con su presencia la labor de la acción gubernamental, sea del nivel que sea.
Por lo tanto, bien vale la pena que algunos señores exfuncionarios y funcionarios federales, estatales y municipales de nuestro estado y del país y de los poderes judicial y legislativo, se den un chequeo desde ahora, para observar cómo andan en su labor, en la aplicación de esos principios y valores morales y profesionales en su actuación institucional…pero sobre todo, en los resultados que dejan, cuando se van.
Porque si no actuaron en concordancia con la función encomendada y se enriquecieron en el poder a costa de la misma, pues merecen que la justicia los alcance y que sean castigados con cárcel y no sólo con un simple paliativo de no trabajar por 3, 6 o 10 años en el servicio público.
Porque, eso y mandar de vacaciones con gastos y lujos pagados a su casa al funcionario corrupto, es lo mismo.
Gracias y hasta la próxima.