*Para manipular eficazmente a la gente, es necesario hacer creer a todos que nadie les manipula. John Kenneth Galbraith A través de la convivencia con diversas personas he considerado que la convicción y entereza puede ponderarse a través de decisiones menores y cálculos racionales pero su núcleo y su elemento por lo regular es irracional. Al afirmar lo anterior debo partir de lo que conocemos como entereza, que es en sí, la fortaleza para mantener las propias ideas, juicios o decisiones y que muchos la podrían confundir con la convicción. El mantener entereza ante el poderoso es una de las cuestiones de mayor dificultad de las mayorías, pues éste último acaba dominando una relación y decidiendo en ella; es el que es consciente de la irracionalidad de todos los vínculos y no tiene prurito en manipularlos en provecho propio, convenciendo al otro de lo que sea. Por ello hay cuestiones que trata uno de entender en nuestra sociedad, que parecen no tener explicación, pero que están sustentada en lo que a menudo sucede en una relación entre iguales una u otra de las partes se acusen de manipulación. Con ello se pretende decir que quien manipula intenta hacer creer al otro (dicho de otra manera, intenta convencerlo) de que su falta de convicción (su desconfianza) en el vínculo va contra sus propios intereses o de que la relación entre ellas solo es posible si el otro se convence de que tiene que ser así. Así los manipulados creen tener convicción aunque traicionen siempre sus principios. Eso ha sucedido con las mayorías cuando aman y/o sufragan en favor de sus verdugos o manipuladores. En el amor, como en el comercio o en la política, el manipulado acaba por convencerse de que, por canalla o egoísta o cruel que sea el otro, siempre será fiel al compromiso amoroso, o bien respetará las cláusulas de la transacción, o bien cumplirá con sus promesas electorales, etc. ¡Y por ello, sigue el país en plena debacle, gracias a la manipulación de perversos y malvados, asesorados en tener a las mayorías “dormidos” o adormilados! La argucia del manipulador consiste en desviar la desconfianza del otro hacia sus propias convicciones, que de lo que se trata es de desconfiar de lo que siente: el político sin escrúpulos tratará de convencer a sus decepcionados electores, con frases ¡Pronto todo cambiará! ¿Cuándo les he fallado? ¡Lo que viene será mejor! Y muchas otras mentiras. El verdadero poder en una relación se obtiene tras una lucha por la hegemonía de las convicciones puestas en juego y siempre gana, no el que tiene más fuerza sino el que se da cuenta de que el poder en una relación consiste en saber administrar las propias convicciones y las ajenas, lo que, en definitiva, nos colocará en la posición del manipulador o en la del manipulado. Los que entendemos esta situación, muy pocas veces estamos en el ánimo de los manipuladores; pues nunca seremos confiables en sus malas y nefastas decisiones. Los manipuladores, lo primero que destruyen en los individuos es la entereza, que conlleva la convicción, y así, en esta situación éstos se convierten en entes leales (cómplices) de todo cuanto efectúen, aún sean acciones en su contra. Seguramente mis amables lectores, que después de sensata deliberación y decisión de una potencial “suerte” que cada uno de nosotros puede labrarse con algún poderoso, por así decirlo, a someterse a quien tiene poder sobre nosotros y a colaborar con él para el mantenimiento de ese poder, como resultado de un proceso reflexivo que desemboca en un acto de convicción, quizá; otra será la perspectiva sobre nuestra entereza y convicción. Sin convicción (sin convencimiento) no existe el poder ni la influencia ni la coacción ni la fuerza. A veces sucede, como en el caso de las relaciones llamadas amorosas, que la convicción pasa por estar convencido, no de nuestros propios sentimientos, sino de los sentimientos que el otro nos dispensa o que creemos que nos dispensa. El reclamo de amor o atención de nuestros manipuladores, no es tal sino la exigencia de que la propia convicción de ser tomado en cuenta o amado por el otro. No se demanda atención o afecto sino su prenda que, previamente, hemos concedido o entregado en custodia al otro al establecer el vínculo. Otras veces, como en las relaciones de servidumbre o de fuerza, la relación se alimenta de la convicción de que cualquier resistencia al poder del otro es inútil y está llamada a fracasar. Naturalmente, las relaciones de poder, tanto si son económicas como políticas son invariablemente de fuerza, sometimiento o intercambio, las que pueden combinarse y potenciarse recíprocamente. Quien destruye reservas y muros de entereza y convicción tiene poder sobre nosotros y, por consiguiente se debe entender como gesto sumiso y de agradecimiento habernos sometido voluntariamente a él. Por ello muchos defienden a sus golpeadores y explotadores de una manera “racional”, basada en lo irracional. Lo anterior se volverá a repetir en las futuras elecciones que se avecinan a menos que las fuerzas emanadas de la sociedad civil encuentre una manera de cambiar esta situación costumbrista y vergonzante ¡Estamos! alodi_13@nullhotmail.com