Buen día apreciado lector:
Qué tiempos tan complicados los que vivimos.
Tiempos de irresponsabilidades, tiempos de gobernantes sinvergüenzas que por un lado tranquilamente afectan la economía del pueblo pero no la propia, sabedores que no tendrán castigo alguno.
Tiempos de sociedades desesperadas y desconfiadas que agrupadas en mayorías anónimas ya no creen en nada, no respetan a nadie pero en redes casi etéreas acusan, señalan y sentencian sin prueba contundente, sabedores que la calumnia hará su demoledor trabajo.
Tiempos en serio que descomponen el alma y conducen a la desesperanza.
Envuelto en tan desalentadoras abstracciones pero añorante de la buena lectura que desde los tiempos de la Prepa inculcaron a mi grupo los maestros de la Bachilleres Nocturna Acayucan, esos a los que hoy sí que se les evoca con veneración, (como dice Edgar) maestros que sí sabían enseñar y motivar a sus alumnos pese a sus míseros salarios, a propósito del hoy tan cuestionado tema de la educación y su sostén oficial, acabo de tropezarme de nuevo con aquella incomparable obra de la escritora norteamericana Janet Miriam Taylor Holland Caldwell, mundialmente conocida como Taylor Caldwell y no me aguanté las ganas de compartir con los lectores un párrafo de ese maravilloso libro “La Columna de Hierro”, que en traducción de Enrique de Obregón, habla de Marco Tulio Cicerón y el esplendor del imperio romano, trabajo en el que se describen las notables diferencias entre lo que se enseña hoy y lo que se instruía antes. Dice en una de sus páginas iniciales:
“Tulio elevó la mirada al cielo y oró. Oró como los antiguos romanos, no pidiendo riqueza ni lustre para su hijo, tampoco fama ni gloria, ni el agitar de estandartes, no el poder imperial ni la lujuria de la ambición. Oró sólo para pedir que su hijo fuera un hombre como en otro tiempo los romanos deseaban que fueran los hombres, justos en su conducta, resueltos en la virtud, fuertes en patriotismo, de ardiente piedad, animoso en la adversidad, de temperamento pacífico pero no servidor secreto de causas equívocas, protector de los débiles, prudente en sus decisiones, anhelante de justicia, moderado y honorable. Tulio ofreció su hijo a Dios, suplicando piedad para él y que lo mantuviera a salvo del deshonor y la codicia, la crueldad y la locura, que no evitara el combate pero que sólo se dispusiera a entrar en él en nombre de la justicia, y que no temiera jamás a ningún otro hombre ni a nada más que a aquel o a aquello que pudiera manchar su alma. Y rezó como los padres rezaban antes y se sintió confortado”.
Ruego al lector haga su parte, empiece a olvidarse de la tele, rescate los buenos libros y compártalos con sus hijos, sobrinos y nietos y juntos sembraremos una semilla de buena esperanza para las generaciones que siguen.
SOBRESALIENTE
Tiempos también de poca solidaridad con nuestros semejantes, por eso es de destacar y reconocer el trabajo de mi paisana la joven Gabriela González Pita. Hija de dos grandes amigos, gente trabajadora, esforzada que siempre trata de hacer el bien.
Gabi además de ser profesora y coordinar a jóvenes de la sección 32 del SNTE en el sur, labores que no descuida, es una entusiasta priísta y bien harían en su partido en jalársela para tareas de dirigencia de las Mujeres Jóvenes de eso que llaman ONMPRI. Ella ha demostrado lealtad pues la han querido llevar a otros partidos y sólo se ha dedicado al tricolor, trabajando en proyectos de mujeres jóvenes durante tres años.
No por nada durante el periodo de Sheila Flores la anterior dirigente, la nombraron coordinadora de organización del comité estatal. Incluso en 2013 fue diputada del Parlamento Juvenil «Moviendo a Veracruz Adelante» y ha apoyado programas de becas y salud para muchas mujeres, entre otros, el importantísimo de la la prevención contra el cáncer de mama.
Pues aquí les presento a una acayuqueña gran prospecto de servidora honesta y dinámica.
Tenga el lector un grandioso día.
gustavocadenamathey@nullhotmail.com