Se vienen días difíciles, complicados y de mucho trabajo para las autoridades. Como ya sabrán se declaró la guerra entre los clanes y mientras yo descansaba a pierna suelta, los diputados tuvieron una epifanía que les indicó el camino para llegar al cielo. Estaban muy quitados de la pena haciendo sobremesa y sacándose la masilla dental con las uñas (casi no tienen los diputados), cuando al decimosexto güisqui uno de ellos propuso “¿Y si acusamos al Chiquiyunes de enriquecimiento ilícito?”, y todos, ¡Sí, Sí, Sí! (ya ven que en las borracheras cualquier idea es buena).

Las pruebas inmediatamente comenzaron a buscarse y los ministeriales ya hicieron su aparición. Creo que esto no va a terminar bien, máxime si nos ponemos a pensar que no son muchos los encumbrados políticos que resistirían una investigación similar sin que saliera a relucir que también les gusta la uña y el efectivo. Es rudeza innecesaria, quince yardas de castigo. Es innecesaria no porque no quisiéramos ver los mortales de vez en cuando a un dios caído, no porque seamos conformistas con las fortunas mal amasadas, sino porque no se ve el principio de equidad. No puede terminar bien porque para que termine bien tendrían los diputados que hacer el mismo tipo de denuncias también con otros muchos políticos afines al sistema que han sido señalados innumerables veces como amantes de lo ajeno. Y eso, eso no va a suceder.

Se imagina usted el megacamote que se armaría si de buenas a primeras la Dirección de Inteligencia Patrimonial (creo que así se llama) cumpliera cabalmente su cometido. Esa Dirección investiga a los funcionarios públicos y sus vínculos familiares y de amistad, con el dinero, precisamente para evitar que los abusados funcionarios pongan casas, terrenos, vehículos y demás, a nombre de la esposa, los hijos, los tíos, amantes y prestanombres. El Gobierno del Estado tiene en sus manos el arma perfecta para evitar tanto desgaliche en las arcas, sólo es cosa que la ocupe.

Me imagino que el caso de Miguel Ángel Yunes Márquez no va a terminar con un Usted disculpe, seguramente lo llevarán hasta donde la imaginación lo permita. Mal, mal, mal… pues ya hay quienes se aprestan a comparar la situación con la del Rayito de Esperanza cuando fue ventajosamente desaforado en el Distrito Federal. Aquél desafuero más que dejarlo fuera de toda posibilidad fue esculpiendo el aura mística que hasta el momento todavía posee, y prueba de ello fueron las miles de mujeres que salieron a gritar “Te amo desaforadamente” y tatuaron su nombre en los traseros; los miles de hombres que airadamente estuvieron dispuestos a agarrarse a trompadas en el Zócalo con cuanto granadero hubiera enviado el entonces Presidente; y demás turbamulta de AMLObelievers dispuestos a jugársela por el desaforado tabasqueño. Mucho cuidado deberían tener aquí en Veracruz también de no alebrestar ni caldear los ánimos, pues podría salirles al revés el tiro y lo que menos se quiere es una sociedad dividida.

Mejor quedémonos al margen, viendo desde acá qué es lo que sucede con este pantanoso tema. Si alguien me busca me pueden encontrar bien metido en un juego de video al que me arrastra todas las tardes el Paquito, y en el cual disfruta matándome sin conmiseración. No puedo con él, de veras, y eso me desespera porque apenas tiene cinco años y no puedo ganarle, en primera porque es buenísimo, sólo veo cómo le revolotean los dedos sobre el control, y en segunda porque es mi hijo, y si alguna vez estoy a punto de ganar veo en su cara la desesperación y los ojos de mirrusmiaus que pone que me conmueven… y hasta me pongo a defenderlo de las fuerzas enemigas para dejarlo ganar. Y es que ¿Qué no haría un padre por sus hijos? ¡Aguas!

Tome nota: Dice Antonio Pino que el problema no es aumentar del 2 al 3% el Impuesto a la Nómina, sino no saber en qué se va a ocupar.

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