La esperanza media de vida en los países occidentales aumenta dos años y medio por década, 25 años por siglo, según la Organización Mundial de la Salud. La expectativa de vida al nacer, para finales del siglo XXI, es de 82 años en el mundo y 90 en los países desarrollados.
A finales del siglo XIX, la esperanza media de vida en el mundo era de 50 años y de 70; si se vive en un país desarrollado, de más de 80 años. Cada vez crece más la expectativa de personas que viven hasta los 120 años, que es hasta ahora la edad más longeva. El récord mundial es 122 años.
El número de los centenarios aumenta en todo el mundo. A manera de ejemplo la proyección es que hacia el 2050 haya 600,000 de éstos en Japón, 450,000 en Estados Unidos, 270,000 en China, 220,000 en Brasil y 120,000 en Francia.
Hoy día las personas mayores de 65 años son una mayor proporción de la sociedad. En todo el mundo, sobre todo en los países desarrollados, crece el número de éstos que llegan a esa edad en buenas condiciones para trabajar, aprender y seguir produciendo. Son un tipo de personas mayores distintas a las de otra época de la historia.
La realidad del crecimiento de la expectativa de vida conduce necesariamente a cómo se debe frenar el envejecimiento. La investigación biológica de vanguardia trabaja precisamente en eso. El tema es que no se trata sólo de alargar la vida, sino también que ésta ocurra con salud y en buenas condiciones.
El conocimiento creciente de la vejez, para decirlo de alguna manera, ha permitido el desarrollo de nuevos tratamientos y medicamentos, para hacer frente y curar enfermedades que hasta hace muy poco tiempo eran letales.
Ahora la geriatría considera tres estrategias para prolongar la vida y la salud o de otra manera la vida con salud: la restricción calórica, el ejercicio y ciertas moléculas como la espermidina, la rapamicina o el reveratrol.
La medicina conocida como P4: personalizada, presuntiva, preventiva y participativa, que involucra en forma relevante al paciente, resulta fundamental en la prolongación de la vida con calidad.
En el horizonte descrito se plantea la pregunta de cuál es la vida máxima que puede alcanzar la especie humana. La edad máxima de una especie está grabada en sus genes. La posibilidad de alterar esa grabación depende de la intervención en los genes. La investigación de vanguardia trabaja en esa dirección.
Hay centros de investigación como el Buck Institute, en San Francisco, California, o el Instituto Max Planck, en Alemania, que han logrado multiplicar de dos a cinco veces la expectativa de vida de los animales con los que trabajan en sus laboratorios. Una de las grandes ambiciones de la ciencia es prolongar la vida humana.