Mi padre no me llevó a conocer el hielo, pero me llevó a conocer las luchas en el Gimnasio de la Ciudad Deportiva de Villahermosa. La noche era fresca y mi madre nos vistió a mi hermano y a mí con singular esmero cual noche de domingo en el parque. No somos gemelos pero ella tenía un gusto extraño por vestirnos igual. Ambos íbamos con camisa blanca de algodón (de manga corta), short a cuadros (¡hágame el favor!) y una boina del mismo material haciendo juego (¡Dios bendito!). Mi padre, que por ese entonces era un portento enorme (cuando menos así lo veía yo) entró al gimnasio presumiendo con orgullo jarocho a sus dos hijos. A mi hermano lo llevaba de la mano y a mí me cargaba en su brazo izquierdo ¡con el puro brazo izquierdo!

Los recuerdos de esa noche se me escapan, pero recuerdo las luces cegándome a la entrada, la duela que rechinaba bajo nuestros pies en consonancia con los golpes en la lona, las capas brillantes multicolores y las máscaras. No sé quiénes pelearon esa noche de hace ya casi 35 años, pero sí sé que las luchas ya no son lo que eran antes. Ahora se da entre el público una rabiosa catarsis en la que la violencia física se actúa en el cuadrilátero pero la violencia social se saliva en las butacas. Antes los rudos eran malos y marrulleros, ahora sólo jotean y se dan manazos. Ojalá eso no lo recuerde mi hijo Paquito, a quien llevé a las luchas la semana pasada a la presentación estelar de la Triple A.

Los precios, si me lo preguntan, se me hicieron una desmesura, pero eso no me detuvo ni a mí ni a los miles de xalapeños que abarrotaron el recinto. La cola daba la vuelta a la cuadra y los boletos se terminaron a la velocidad del Rayo de Jalisco. ¡Ah qué tiempos aquellos! El Santo se retiró cuando yo tenía siete años y en mi esmerada mente fantasiosa imagino que él luchó aquella noche junto al Rayo y Blue Demon contra las momias, el hacha diabólica o los jinetes del terror. En esta ocasión lucharon Pasion Cristal, el Vaquero, los Pshyco Clowns, el Cibernético, la Parca y Místeziz. ¡Qué mala parodia!

Aun con eso estoy seguro que mi hijo se divirtió. Como nos divertimos todos sin darnos cuenta que a escasas cuadras desalojaba la fuerza policial a los taxistas manifestantes de la Plaza Lerdo. Es por eso que al pueblo hay que darle pan y circo, porque mientras hay entretenimiento nos olvidamos de cómo nuestros gobernantes como langostas se terminan nuestros impuestos. Circo como el que nos están presentando con la llegada de Alberto Silva al PRI, en el que sus analistas fans sacan del diccionario de sinónimos toda una larga lista de lisonjas para colocarlo como la opción idónea, el iluminado, el mesías que vendría a salvar al priísmo de la catástrofe electoral y que, de paso, quedaría solo y su alma -después de vencer a los “Perros del mal”- como el único e indudable candidato a la gubernatura. Pero como ya escribieron otros, la verdad es que eso son solo buenos deseos de sus fieles admiradores. Yo no lo creo así, pero afortunadamente no es mi circo ni compré boletos para esas luchas; como columnista (u opinador) tengo la fortuna de poder ver cómo se rompen la cabeza a sillazos sin sudar las calenturas. Solo veo, a la distancia que Dios bendito tenemos los periodistas, que si Alberto Silva no dejó buenas cuentas en Comunicación Social, no dejará buenas cuentas como legislador al convertirse de facto en un legislador Juanito, entonces qué buenas cuentas podría dejarle al PRI donde tanta animadversión ha generado su posible llegada. Será, lo más seguro, una Presidencia que el priísmo en Veracruz, en un futuro no muy lejano, querrá olvidar.

Por su parte, ojalá Paquito recuerde cuando sea grande, aunque sea vagamente, esa ocasión en que lo llevé a conocer las luchas arropado con el mejor suéter de lana que encontró su madre, y que mantenga por siempre la impronta de esa noche mágica en que, nostálgico pero con orgullo jarocho, entró su padre a la Arena Xalapa presumiendo a su miniMístico y lo mantuvo por horas cargado ¡Con su puro brazo izquierdo!

Tome nota: serios analistas políticos coinciden en que Miguel Ángel Yunes Linares dejaría pasar la bola y al bat entraría Juan Bueno Torio.

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