Segunda y última parte

Una de las mayores ingratitudes que se puede observar en nuestro país, es la actitud servil y lacayuna de uno de los sindicatos más grandes –no sólo de México, sino de América Latina- el SNTE. Como todos los sindicatos, formados a partir del derecho a la libre asociación, se convirtieron en los centros de defensa de los trabajadores, pero poco a poco fueron usados para fines políticos que tuvieron su clímax en el corporativismo ligado a los partidos políticos en el poder. Actualmente la mayoría del magisterio nacional tiene que acatar nocivas indicaciones de las autoridades, muchas de ellas nocivas y fuera de todo conocimiento del medio y de lo que se trata. Sus ingratos defensores, los que reciben diariamente un promedio de 6.5 millones de pesos por concepto de cuotas sindicales, están preocupados en poder justificar el gasto de esos dineros y tratar de quedar bien con el ejecutivo en turno, tratando de evitar lo que le sucedió a su sempiterna lideresa, que vegeta en una de las principales cárceles del país; todo por retar al poder. En este país se puede permitir todo, menos estar en contra de los intereses de los poderosos. Otra de las ingratitudes que el pueblo veracruzano en lo particular y las mayorías de los habitantes de este “México, lindo y querido” es la traición de sus legisladores, que en lugar de escuchar los reclamos de sus sufragantes, obedecen los designios del ejecutivo en turno. Pero sin duda los que no tienen estas cuestiones de ingratitud, es un grupo muy particular, no sólo se da en los diferentes países que han resultado triunfadores en las muchas guerras que los hombres «civilizados» realizan, la gratitud hacia los guerreros más valientes y osados es algo más que obligado. Los veteranos de las guerras, reciben beneficios y homenajes por su sacrificada tarea durante las conflagraciones. En México, aunque no hay guerra contra otras naciones, pero el privilegio de los militares es evidente. Por desgracia no sucede lo mismo con los trabajadores que día a día se la pasan construyendo, produciendo riqueza y bienestar para amplias capas de la población. Para estos héroes anónimos, que no matan ni hacen daño a nadie, con demasiada frecuencia la ingratitud es el único pago que reciben por su esforzada labor. Poco a poco, se va conociendo que los trabajadores agrícolas tanto en el país más poderoso del mundo, como en México trabajan en condiciones por demás deficientes. La seguridad en el trabajo es casi nula, los riesgos a que se ven expuestos cotidianamente durante largas horas de trabajo se acrecientan y los salarios que perciben no les alcanzan ni para mal vivir. Hace unos meses hubo en Baja California un emplazamiento a los latifundistas a que elevaran los sueldos a los trabajadores del campo, llamados por ellos: jornaleros. Además de todo esto se les sigue negando su derecho a organizarse para la defensa de sus intereses. Igual pasa con los trabajadores manufactureros y de los servicios, continuamente se les ve en los áridos montes de la gran necesidad, sin perspectivas claras para un mejor futuro que les lleve a ellos y a sus hijos hacia una vida mejor. Al trabajador, aún le falta un trecho muy largo que recorrer para merecer el agradecimiento a que se ha hecho acreedor desde hace ya muchos años atrás. Actualmente observamos como las empresas internacionales asentadas en nuestro territorio, no agradecen que sus trabajadores acrecienten sus ganancias y por consiguiente sus riquezas, ya que constantemente los agraden con auditorías amañadas; en donde el trabajador casi les sale debiendo por trabajar, aunado a que les contratan por espacios de tiempo, que no les permiten antigüedad ni especialización en la empresa. Es así, con ingratitud, como los dueños del capital agreden a la clase trabajadora, con la complacencia de las políticas gubernamentales; que no responden a las necesidades actuales de trabajadores y sus familias que esforzadamente contribuyeron con su trabajo e impuestos al bienestar de la población en general. Hablar del campesinado en nuestro entorno, es hablar de jornaleros, empleados del campo, peones -sus representantes son terratenientes, políticos con tierras y latifundistas- que no reciben los beneficios que se destina en el papel para ellos, logrando que estos beneficios sean para los mismo abusivos de siempre. Al palpar esta realidad de nuestros días, que hace que crezca cada vez más los agravios para la clase trabajadora y se incremente el desempleo y por lo consiguiente la extrema pobreza, hay mucho que hacer. ¡Es la hora para reflexionar y actuar! ¡Es la hora de comprometerse políticamente con el país! ¡Estamos! alodi_13@nullhotmail.com