¡Ay! Estas oscuras tardes son una invitación a acostarse temprano, a apagar los monitores y decirle a los políticos que Ahí les dejamos el Estado, y que, de no ser mucha molestia, les encargamos no lo echen a perder durante el transcurso de la noche. Ya no podemos hacer eso con tranquilidad pues les dejamos la situación más o menos derecha y a la mañana siguiente, antes de las once la mañana (que es la hora en que los caballeros decentes comenzamos a abrir los aceitunados ojos) ya tienen hecho un tiradero por la casa.

Antes que anocheciera (alrededor de las cuatro de la tarde) decidí quitarme la modorra y llevar a mi señor padre a comer a La Parroquia. Pero ya comí, se defendió por un instante, aunque luego recordó lo grato de mi presencia y decidió acompañarme dócilmente para tomarse un lecherito. El lugar estaba bastante lleno, y eso que era martes. Casi siempre que esto pasa nos preguntamos ¿Cuál crisis? Según afamadísimos economistas veracruzanos la situación económica de Veracruz está por los suelos, poquito menos que Haití después del terremoto; que no hay para dar el gasto, ni para mantener dignamente la casa ¡vaya! ni siquiera para conservar una furtiva amante que nos dé una talladita en la espalda.

Afuera, la vida sigue, adentro, todo es bullicio. Me gusta ir a ese lugar aunque entre tanto barullo hay veces que le contesto a los de la mesa de junto. ¿Y este loco? Se han de preguntar los vecinos. Afuera el Veracruz real continúa su marcha imparable. Hay un tunquito que se coloca siempre recargado en un pilar cercano y son varios los que le dan una moneda. Ahí hay pobreza, pienso (ya ve cómo soy de ágil para deducir), y me inclino para darle mi aportación. Pero ya no lo hago siempre, antes ahí iba de baboso a darle algo a cuanto paisano con cara de necesitado se me atravesaba, pero luego me di cuenta que la mayoría de ellos abusaban de mi nobleza.

Lo que no deja de sorprender al ojo agudo es en qué o dónde trabajan todos los que llenan los restaurantes. En la Parroquia muchos matan largas horas leyendo los periódicos, se toman un lechero, sopean las canillas, y luego se comen un bísquet con mermelada para nivelar los niveles de azúcar recordando al jefe que les hizo hacer bilis durante el día. Ahí arreglan el mundo, el Estado y su casa, todo lo hacen a distancia y desde allí le dan las instrucciones a la nana de los niños que últimamente están perdiendo el vago recuerdo de sus padres. Pero esos, ahí donde los ve, son los más decentes. Hay otros comensales que llenan otro tipo de restaurantes y que comienzan con un buen whisky y una copita de vino de la casa, que se convierten en dos, tres y cuando se dan cuenta la noche los abrazó, han ingerido cantidades ingentes de alcohol. Y entonces me pregunto ¿cuál crisis?

Poco antes de las seis de la tarde ya está oscuro, y eso es terrible bien querido lector lectora, porque comenzamos a retirarnos pues las noches se ponen chocolatosas y friolentas. Me pongo mi sexy pijama de franela y me retiro a ver el béisbol, y como el clima está como para encolcharse, pues lo hago acompañado de preferencia de alguna doncella de virginal aspecto. Sin embargo, ojo, pues al irnos a dormir temprano corremos el riesgo de despertarnos y descubrir que ya nos hipotecaron el Estado, una nueva lista apócrifa de aviadores, un nuevo video viral en la red, Brozo zapateando sobre Veracruz, un nuevo y terrible documental de cómo andamos y cómo nos va a ir que bien podríamos confundir con la película 2012. A los políticos el horario de invierno parece que no les afecta, no duermen, no descansan, y parece que sólo están pensando la forma de sacarnos una sonrisa o un alarido.

Ya está oscuro. Son las seis y antes que anochezca mejor me voy a ver la Serie Mundial. Porfis, no sean así, por esta noche no me hagan un tiradero.

Tome nota: hablando de dormir, mucho sueño tenía Noemí Guzmán que hasta se echó sus pestañazos en la comparecencia de Osorio Chong.

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