El escritor René Avilés Fabila en diferentes foros ha declarado, que las principales vertientes en que ha desarrollado su obra literaria es en la política, la amorosa y la fantástica. Lo anteriormente señalado lo pudimos confirmar con: El Gran Solitario de Palacio, Nueva Utopía y los guerrilleros (en la vertiente política) y las novelas: Tantadel y La canción de Odette, (en la vertiente amorosa y fantástica). Sin embargo, desde una opinión personal, considero que el maestro René Avilés con la novela: Réquiem por un suicida, incursionó de manera magistral en la vertiente filosófica, no sólo por el contenido y el desarrollo de la obra, sino porque en la novela intenta responder a una pregunta esencialmente filosófica que realizó Albert Camus en el ensayo: El mito de Sísifo: “¿La vida vale la pena de ser vivida?”
La novela fue publicada en 1993, el personaje central se llama Gustavo Treviño, quien es un escritor de cuarenta años de edad, el cual está escribiendo una novela sobre el suicidio. Desde que se empieza a leer la novela, fácilmente se detecta las similitudes de Gustavo Treviño con su creador, es decir, con el escritor René Avilés. Gustavo además de escritor, era comunista, participó en el movimiento estudiantil que terminó con la trágica matanza del 68, incursionó en las guerrillas revolucionarias, y allá por el año de 1971 se fue estudiar en la Sorbona, en París, Francia.
Gustavo en el Capítulo uno de la novela inicia reflexionando: “Nunca supe cuándo comencé a pensar en el suicidio, quizás una noche después de una representación teatral en París o en el momento en que aterrorizados, prácticamente desarmados, heridos y derrotados huíamos de las tropas antiguerrilleras en Guerrero: Lo ignoro. Pero el caso es que desde que surgió no he podido abandonar la idea, es parte mía y yo de ella. Estamos indisolublemente ligados.”
Si bien el tema central de la novela es el suicidio, lo antagónico a la muerte es la vida, y Gustavo en esta obra empieza a contarnos partes fundamentales de lo vivido hasta sus cuarenta años de edad. De entrada señala que la decisión de suicidarse cuando termine de escribir esta novela, no es por una melancolía en especial, un desamor o un fracaso: “No es el producto de un mal momento sino de una vida entera sin encontrar lo que he buscado. En esa terrible, afanosa, búsqueda descubrí un mundo francamente atroz.”
Gustavo por supuesto que en sus posibilidades era una persona autocritica, manifestaba de manera clara que uno de sus grandes fallos estaba en no haber amado de manera total, completa, y cuando finalmente entregó el corazón este fue destrozado, primero por Graciela y después por Celeste. Nos relata el inicio, desarrollo y final de cada uno de sus amores, en la novela se encontrará con romances inolvidables, escenas eróticas muy excitantes, y finales siempre difíciles. Los amores y desamores del personaje fueron varios, pero Graciela, Celeste, Cristina y Miriam tuvieron un lugar especial, hasta que llegó el verdadero amor, Monserrat.
Cuando la novela se estaba escribiendo el tema llamó mucho la atención, en el capítulo XVIII, página 132, el escritor narra que: “Una señora de avanzada edad logró conmoverme. Fue a mi oficina y me pidió que no me matara, que mis desamores no valían la pena, que pronto habría de encontrarme con una mujer que supiera valorarme. Le dije no, no se preocupe usted, el que va a suicidarse es mi personaje, no yo. Salió tranquila.”
Para Gustavo Treviño, parte importante de su vida habían sido los amores antes mencionados, pero también su actividad política, y sobre todo, lo más valioso y que lo mantenía con vida, la lectura y la escritura, en pocas palabras el arte. Gusto Treviño señalaba que el arte era lo único que podría darle sentido a la vida, pero en un mundo donde todo se desmoronaba, donde pocos leen, a veces el escribir también perdía sentido, el ejemplo es cuando su padre estaba a punto de morir de cáncer:
“Mi padre, por ejemplo: era conmovedora su paciencia, su capacidad para resistir los graves problemas que lo rodearon. Lo recuerdo bien. Decía: alguna vez, después de mi muerte, los críticos y los historiadores recuperarán mi obra. Y lo más angustioso resultaba su optimismo: me verán como novelista, como educador, como ensayista. Qué pena. Hoy apenas está en la memoria de su viuda cada vez que recibe el cheque de la pensión.”
Son muchas las facetas que Gustavo Treviño va narrando, no obstante la parte esencial de libro es el suicidio, y por tal motivo, en la obra se encontrará con un sinfín de posiciones filosóficas sobre el tema. Con San Agustín en: La ciudad de Dios, el suicidio es un pecado imperdonable, Platón en el dialogo: Fedón o del alma, Gustavo Treviño señala que por la actitud de Sócrates al momento de beber la cicuta, está justificando el Suicidio, así mismo, aparecerán Dante, Camus, Sartre, Baudelaire, Milán Kundera, y muchos pensadores más.
La posición de Gustavo Treviño es una defensa al derecho de quitarse la vida, además, argumenta que la mala imagen que se tiene de los suicidas es porque no se tiene una cultura sobre el tema, y agrega que él no se suicidará cuando esté completamente infeliz, lo hará en un momento de felicidad, en plenitud, no quiere llegar a viejo y causar lastima e incomodidades, Gustavo piensa que no hay que alargar tanto lo que es inevitable, la muerte, ejemplo es el personaje de: La canción de Odette, Odette se envenena con la ayudada de Silvana su mejor amiga antes de perder la belleza.
Finalmente, Gustavo Treviño había tenido de todo, excepto un amor fuerte, real, y según él se quitaría la vida cuando ese amor llegará: “Me suicidaré cuando sea feliz. Cuando alcance el amor. Según yo, es lo único que me falta, lo que no he podido conseguir plenamente:”
El amor tan esperado llegó, su nombre es Monserrat, era tan original su amor, que aceptaba a Gustavo Treviño con todas sus ideas suicidas, si al final el personaje muere o no, eso lo podrá saber al momento de leer la novela, de lo que si podemos estar seguros es que el creador de Gustavo Treviño, vive, me refiero a René Avilés Fabila, quien el próximo 15 de noviembre cumplirá 75 años de edad y 50 de hacer literatura, y desde la subjetividad se puede responder a la pregunta de Albert Camus: Por supuesto que la vida vale la pena de ser vivida, el amor y el arte son dos motivos.

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