¿Habrá alguien que no haya leído El Principito? Esta pregunta fue disparada con trampa por el Inge Eléctrico. Yo callé, porque no sé si haberlo leído en una historieta con dibujos cuente. Ya con eso me sé la historia, la trama y lo esencial, pero me quedé en el limbo para no asegurar algo incierto. Coincidiremos que declararse neófito en un tema de lectura como El Principito es delicado, pero jamás tan grave como declararse fan del Cruz Azul o de los Pumas. Debo entender que hay novelas que se deben leer sí o sí, pero la verdad es que son tantas y tan variadas que no nos alcanzaría el tiempo.

Qué bonito sería tener tiempo, ganas e interés. Sería un sueño poder tirarnos en los sofás todas estas tardes pasteleras en que comienza a arreciar el frío, taparnos con un cobertor de franela, pedirle a nuestro cosi (así le dicen los jóvenes a todo lo divis) que nos dé una sobadita de pies, abrir una botella de vino tinto y ponerse a leer. Como de película la escena ¿o no? La música suave, rayos de luz escanciándose delicadamente, las puertas selladas a la perversión del mundo, el teléfono y el WiFi apagados, y enfrente tu rorra o rorro con unos lentes hípsters al más puro estilo “jevita de la Condesa”… leer hasta más no poder y así alimentada el alma decidirse a alimentar el cuerpo, voltear a ver a la interfecta y ¡no te agaches porque ahí te voy! (¡ay! Las cosas del amorsh).

Pero no es tan fácil, porque para que todo eso se dé deberían conjugarse demasiados efectos. Para empezar que los niños estén dormidos o que los hayamos dejado empeñados en el Monte de Piedad. Y luego está el trabajo que algunos tienen la mala costumbre de respetar, o la veleidosa circunstancia de que la pareja esté de humor, que no estén pasando un partido de las poderosas Águilas del América o que el domingo no jueguen mis Patriotas de Nueva Inglaterra (algunos ofuscados insensatos le van a los Acereros de Pittsburg ¡Qué horror! ¡Perdónalos Señor!), o mil y un circunstancias más que tendrían que alinearse para permitirnos una tarde de lectura especial.

Le apuesto doble contra sencillo que son muchos los momentos en la semana que quisiera hacer algo íntimo pero no puede, y tiene que esperarse a que se dé la circunstancia, la coyuntura perfecta. Cuando menos yo sí. Y podría apostarles también a varios políticos a que están esperando ahora mismo esa coyuntura que les defina pero la vida. Pepe es uno de ellos. Héctor Yunes, Adolfo Mota, Alberto Silva, Erick Lagos o Jorge Carvallo. ¿Cómo le harán para llevar la tensión cuando pueden ver en la escena que las circunstancias se alinean y la espera se vuelve demasiado larga y tortuosa? ¿Habrá alguno de ellos que no haya leído El Principito? Yo les recomendaría que lo hicieran, porque estoy seguro que habrán leído El Príncipe, de Maquiavelo, pero ¿El Principito? Acúseme de romántico pero creo que los valores morales de los políticos deberían ser lo principal en estos momentos. La rectitud, el respeto a los demás, el amor a lo que les rodea, la sinceridad y la inocencia, el sentido expedicionario y el poder del asombro, la congruencia entre lo que se dice y lo que se hace, la lealtad a lo dicho y el sustento en los hechos, la palabra directa más que la sonrisa fácil, el saber escuchar más que el saber prometer.

¿Alguno de esos políticos habrá leído El Principito? La verdad me interesaría saberlo, y no importa que lo hayan hecho en figuritas como yo lo hago en compañía del Paquito ciertas noches en que las circunstancias y la coyuntura se nos alinea, pero sí importa el que lo hayan hecho, porque conocer la trama nada más, no cuenta.

¿Usted qué opina? ¿Lo habrán leído? Tal vez hasta podríamos apostar.

P.D. Solo acepto apuestas serias, porque luego hay muchos “que no pagan”.

atticusslicona@nullgmail.com

@atticuss1910