La mayoría de los miembros integrantes de “La Generación de 1915”, dedicaron gran parte de su tiempo a las actividades políticas y culturales. Cuando todos ellos iniciaron su actuar en la vida pública de México, el país vivía una época de asesinados, traiciones, inestabilidad política, económica, social, etc. seguramente estas y otras circunstancias orillaron a estos jóvenes intelectuales, a ser más actores que escritores, sin embargo, hay uno que dedicó su vida entera a la cultura, a la investigación, a la lectura y sobre todo a la escritura, me refiero al abogado, antropólogo y arqueólogo, Alfonso Caso Andrade (1896-1970).
Escribir un libro no es una tarea sencilla, requiere tiempo, dedicación, mucho esfuerzo, ser un gran lector, considero que no se puede ser un serio escritor, sin ser previamente un ferviente lector, en fin, un sólo libro a veces requiere toda una vida, a pesar de lo antes señalado, quiero compartirles que el maestro Alfonso Caso, escribió aproximadamente trescientas obras, y uno de los libros más celebres es el titulado: El Pueblo del Sol, publicado en el año 1953 por el Fondo de Cultura Económica.
El maestro Alfonso Caso fue un amante de los estudios sobre las culturas prehispánicas, a través de sus investigaciones logró grandes descubrimientos como los tesoros encontrados en Monte Albán, o sus aportaciones sobre los calendarios prehispánicos. En el libro: El Pueblo del Sol, el maestro Caso de una manera sencilla y brillante, nos ilustra cómo era la vida religiosa del pueblo azteca, no es exagerado decir que si los griegos tienen a Hesíodo para conocer el nacimiento de los dioses en su: Teogonía, los mexicanos tenemos a nuestro Alfonso Caso, quien de manera magistral nos enseña el origen de los dioses, sus funciones y relaciones con los humanos, en la época de los aztecas.
El libro: El Pueblo del Sol, va desarrollando una gran variedad temas esenciales que nos permiten poco a poco ir conociendo como era el mundo prehispánico, de entrada en el tema: “Carácter de la religión Azteca” Alfonso Caso señala: “En el momento en que lo sorprendió la conquista española, el pueblo azteca tenía una religión politeísta, fundada en la adoración de una multitud de dioses personales, con atribuciones bien definidas en su mayor parte. Sin embargo, la magia y la idea de ciertas fuerzas impersonales y ocultas representaban un gran papel en el pueblo, y había también, entre las clases incultas, una tendencia a exagerar el politeísmo, concibiendo como varios dioses lo que en la mente de los sacerdotes sólo eran manifestaciones o advocaciones de un mismo dios.”
Partiendo del espíritu absolutamente religioso de nuestros antepasados, Alfonso Caso va explicando el nacimiento de cada dios. Es muy importante tener en cuenta que si bien existían muchísimos dioses, el maestro Caso afirma que: “Existía un principio creador masculino y femenino, del que provienen por generación los otros dioses. Sus nombres indican esta dualidad: Ometecuhtli, que quiere decir señor, y Omecíhuatl, señora, y ambos residen en Omeyocan, el lugar.”.
En la mitología prehispánica, el mundo ha sido creado varias veces, e incluso conforme se fueron creando los hombres y luego desapareciendo, en la siguiente creación se fueron perfeccionando, pero en cada acto de creación el hombre está obligado a ser agradecido, y deben honrar y adorar a sus dioses creadores, porque estos dieron su sangre al crear al hombre y ahora en reciprocidad el hombre realizará sacrificios humanos, este punto queda claramente comprendido cuando el maestro Alfonso Caso escribe lo siguiente:
“La última vez que el hombre fue creado, según uno de los mitos, conservado por Mendieta, Quetzalcóalt, el Prometeo mexicano, el dios benéfico para todos, bajó al mundo de los muertos para recoger los huesos de las generaciones pasadas y, regándolos con su propia sangre creó la nueva humanidad. El hombre ha sido creado por el sacrificio de los dioses y debe corresponder ofreciéndoles su propia sangre. El sacrificio humano es esencial en la religión azteca, pues si los hombres no han podido existir sin la creación de los dioses, éstos a su vez necesitan que el hombre los mantenga con su propio sacrificio y que les proporcione como alimento la sustancia mágica, la vida, que se encuentra en la sangre y en el corazón humanos.”
Interesante como describe Alfonso Caso el nacimiento de Huitzilopochtli, hijo de Coatlicue, cuando leía esta parte encontré demasiadas similitudes con el nacimiento del dios griego Zeus, un ejemplo es que Zeus tiene que asesinar a su padre Cronos para sobrevivir, y Huitzilopochtli, se ve obligado a guerrear contra sus hermanos la Luna y las estrellas cortándole las cabezas, para poder sobrevivir él y evitar la muerte de su madre.
En el libro: El Pueblo del Sol, Alfonso Caso nos está enseñando cómo los pueblos prehispánicos organizaron su mundo, todo giraba en torno a la religión, para bien o para mal los dioses eran responsables del destino de cada individuo y del pueblo en general, la forma de enfrentar la vida era y en muchos casos sigue siendo, que sea lo que dios quiera: “Para las grandes culturas de Mesoamérica, la invención técnica fue sustituida, en gran parte, por el culto. La idea fundamental es que el hombre no tiene que resolver sus propios problemas, sino rogar a los dioses que los resuelvan y se apiaden de los hombres.”
Hasta lo aquí escrito es parte de la riqueza cultura que encontrará en el libro: El Pueblo del Sol, escrito por uno de los hombres más brillantes de la generación de 1915. Finalmente, quiero confesarles a mis lectores, que si bien la lectura es entretenida, ilustrativa y clara, hay partes que tuve que leer y releer para poder comprender, al final me tranquilicé pensando que todo se podrá aclarar con las más de doscientas lecturas pendientes que tendría que hacer del maestro Alfonso Caso, la moraleja final es, que si leer un libro es un verdadero reto, escribir trescientas obras es sólo es para un verdadero sabio.
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