El World Trade Center se vio como pocas veces se ha visto. Lleno hasta las cachas con enormes graderíos en lontananza. Diez mil almas dentro del salón siguieron el evento en vivo, miles más lo hicieron en las pantallas que se habilitaron exprofeso en los pasillos, e incontables personas lo vieron en internet.

La puntualidad en los eventos políticos es una utopía: una hora de retraso es bien visto; dos horas son tolerables; solo de tres horas en adelante es falta de respeto. Las invitaciones establecían 11:30 AM y Pepe se subió al estrado a las 12:02 a dar un discurso quirúrgico, con el que diseccionó la situación política actual, y que encuadró en la aceptación de los problemas y el reconocimiento de las responsabilidades.

La presencia del Gobernador fue institucional. Lo destacó Pepe en reiteradas ocasiones, desde la primera vez que lo mencionó para agradecerle su asistencia así como en las ocasiones que aludió la necesidad de coordinación entre un Senador y el Gobernador del Estado. Su discurso fue consistente con lo que ha dicho en los últimos años en su caminar por Veracruz y en sus declaraciones ante los medios. No lo cambió ni un ápice ni pintó un panorama de colores: “Reconozco el enorme descrédito que acompaña a este tipo de eventos… y no se necesita ser mentalmente superdotado para entender la desconfianza social ante todo lo que tiene que ver con lo político”.

Hay eventos que son para mostrar músculo. El Informe de Pepe no fue para eso. No es necesario demostrar lo que es evidente. Tiene convocatoria y arrastre, pero no es fortuito; es porque no es un político con lengua sibilina que pinta un escenario idílico aunque esté lloviendo y el lodo llegue hasta las rodillas. La aceptación de la realidad es el mejor contacto que puede tener un gobernante: “En el ambiente nacional priva un entorno pesimista en materia económica, hay un rechazo mayoritario para la clase política a la cual se nos liga indestructiblemente y a veces injustamente con la corrupción, crece la angustia ciudadana vinculada a la inseguridad por más esfuerzos que se hacen por atajarla, el sacrificio fiscal para el pago de impuestos no siempre se distingue en infraestructura ni en servicios públicos de calidad y en cambio se multiplican ejemplos de fortunas inexplicables asociadas al manejo de presupuestos”.

Hubo mensaje ¡Claro que hubo! Y no tuvo cortapisas ni medias tintas. Pero fue un mensaje dirigido al pueblo por él representado y eso se agradece pues demuestra consistencia entre la causa y el efecto del evento mismo. Se dirigió al pueblo que está insatisfecho y que tiene razón en su insatisfacción ¿Cómo escamotearle a la gente su derecho a disentir? “La clase política en general se gana un desánimo colectivo, hay molestia ciudadana y mucha suspicacia en su hacer… como consecuencia de todo esto, en la sociedad se gesta una tendencia por cuestionar todo lo establecido y por romper los equilibrios institucionales, y sí, la gente tiene razón en irritarse, en exigir resultados y en buscar sacudir inercias inservibles, y sí, la gente tiene razón en encontrar en los malos funcionarios a los responsables…”.

Pepe fue transitando en su arenga de un ritmo en staccato a un clímax que taladró conciencias. Entre los presentes y los que siguieron el Informe a la distancia, había dos grupos: el pueblo y la clase política. El pueblo entendió lo que quiso decir Pepe, porque fue directo y sencillo en sus palabras. La clase política todavía hoy debe estar buscando en sus líneas la señal o el mensaje acostumbrado. Lo de ayer fue un evento institucional en el que Pepe se vio acuerpado por miles de amigos, conocidos y observadores imparciales. Eso fue lo que se vivió.

Lo que se palpó fue algo diferente. Se palpó que Pepe representa una fuerza política con el peso de una marca registrada; que es un político que genera espontáneamente la unidad; que es un líder nato con capacidades incuestionables; que tiene una visión clara de los escenarios; y, sobre todo, que tiene en sus manos su circunstancia.

En la decisión de la candidatura del 2016, Pepe estará en el proscenio.