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Crónica del Poder

El pasado 1 de enero de 2016, el Papa Francisco envió un mensaje con ocasión de la XLIX Jornada Mundial de la Paz titulado “Vence la indiferencia y Conquista la Paz”. El obispo de Roma dedica 8 pequeños apartados desde donde desarrolla y fundamenta su mensaje. Reflexiona sobre las consecuencias sociales que tiene la indiferencia y hace propuestas para superarla por medio de la solidaridad y así contribuir a la Paz. A pesar de los signos oscuros que caracterizaron el año 2015: “guerras, atentados terroristas, secuestros, las persecuciones por motivos étnicos o religiosos, Francisco invita a no perder la esperanza para superar el mal, con la gracia de Dios y a no caer en la resignación. El Papa llama a la humanidad, para que desde la dignidad humana, se solidarice con los miembros más frágiles y proteja el bien común. Con la indiferencia se cierran los ojos y el corazón para no considerar al otro, esta actitud, lamentablemente está muy difundida en la actualidad, al grado que se ha hecho global. Existe además indiferencia ante Dios y de ahí brota la indiferencia a los demás y a lo creado. Este es un grave defecto de un falso humanismo y del materialismo práctico, combinado con un pensamiento relativista y nihilista: “El hombre se siente autosuficiente; busca no sólo reemplazar a Dios, sino prescindir completamente de él. Por consiguiente, cree que no debe nada a nadie, excepto a sí mismo, y pretende tener sólo derechos”.
Hay quien estando bien informado de lo que sucede a su alrededor, ve esa realidad de forma casi frívola; conoce los dramas de los demás pero no siente compasión ante ellos. Otros prefieren no informarse y optan por su propio bienestar y comodidad, no interesa el dolor de la humanidad que sufre. En ambos casos, estas actitudes revelan a quien sólo tiene ojos para sí mismo.
La indiferencia no sólo se queda en lo individual también afecta la esfera pública y social pues asume el aspecto de inercia y despreocupación, que muchas veces alimenta situaciones de injusticia y desequilibrios sociales, los cuales a su vez pueden conducir a conflictos que tarde o temprano generarán un clima de insatisfacción expresado en la violencia y la inseguridad. La indiferencia afecta al bien común y a la paz que es uno de los bienes más preciosos de la humanidad.
La indiferencia afecta además el plano institucional, pues deja de lado “al otro, su dignidad, sus derechos fundamentales y su libertad” y se une a una cultura egoísta y cómoda, que muchas veces favorece, y hasta justifica, actuaciones y políticas corruptas, que lesionan a la población y buscan solo el propio bienestar. No es raro encontrarse con proyectos políticos donde se tiene como objetivo conquistar o
mantener el poder y la riqueza, incluso a costa de pisotear los derechos y las exigencias fundamentales de los otros.
Con la fiesta del nacimiento del hijo de Dios, comprendemos que Dios no es indiferente ante el sufrimiento y la necesidad de salvación de la humanidad. Él se ha interesado siempre por nosotros, no nos ha dejado abandonados ni se complace en que el hombre se pierda. Por ello ha enviado a su hijo Jesús. Dios se ha solidarizado con nosotros en todo, menos en el pecado, enviándonos a su propio hijo Jesús para manifestarnos su amor y ofrecernos la salvación. Esto es una muestra de la misericordia de Dios.
El Papa hizo un llamado a los diferentes sectores de la sociedad que pueden contribuir a superar la indiferencia con la cultura de la solidaridad. Empezando por la Iglesia y todas sus estructuras de servicio estamos llamados a manifestar el rostro misericordioso de Dios. También todos aquellos que tienen responsabilidades educativas y formativas: las familias, los educadores y formadores, los que se dedican al mundo de la cultura y de los medios de comunicación social tienen una responsabilidad en el campo de la educación y la formación de la sociedad contemporánea.
Afortunadamente todavía existen también numerosas iniciativas y acciones positivas que testimonian la compasión, la misericordia y la solidaridad de las que el hombre es capaz. El Papa hace un elenco y reconocimiento de las muchas organizaciones no gubernativas y asociaciones caritativas dentro de la Iglesia, y fuera de ella, cuyos miembros, con ocasión de epidemias, calamidades o conflictos armados, afrontan fatigas y peligros para cuidar a los heridos y enfermos, como también para enterrar a los difuntos y ayudar a los emigrantes que buscan mejores condiciones de vida. También los periodistas y fotógrafos que informan a la opinión pública sobre las situaciones difíciles que interpelan las conciencias, y a los que se baten en defensa de los derechos humanos, sobre todo de las minorías étnicas y religiosas, de los pueblos indígenas, de las mujeres y de los niños, así como de todos aquellos que viven en condiciones de mayor vulnerabilidad.
Todos estos son signos concretos y alentadores que nos animan a superar la indiferencia. Hacemos votos para que este año de la misericordia podamos salir de nosotros mismos para acercarnos a quien vive en las periferias existenciales.
Pbro. José Manuel Suazo Reyes
Director
Oficina de Comunicación Social
Arquidiócesis de Xalapa