Como cada año por estas fechas reaparezco poniendo mi mejor cara de mustio para recordarle que ya viene mi cumpleaños. Yo sé que Usted es una persona de bien, que se porta como la gente y que de no ser por esos misterios de la vida, se hubiera ido de corrido en sus estudios de la primera comunión y el seminario. Tomando eso en cuenta y que, encima, seguro tiene una tía que se emperró en enseñarle buenos modales –en cada familia hay una-, puedo estar tranquilo porque seguramente o ya compró o ya está viendo lo de mi regalo.
Lo dejé descansar un poco para que su hígado se repusiera de ese enfermizo maratón de abrazos y besos familiares que sólo se soportan con una copa de recio tequila. Pero ya es hora de entrar en materia y qué mejor que comenzar el año celebrando a lo más amado que tiene Usted en términos columnísticos y que vengo siendo muá.
La captura del Chapo ya pasó y podemos coincidir que este México Bronco se siente un poquito menos atestado con algunos tras las rejas, porque el desamparo fue terrible mientras teníamos al Chapo y a los diputados sueltos (ya solo quedan ellos). Me congratulo en que no soltaron a Elba Esther, porque si no quién sabe si hubiéramos querido estar adentro o afuera. Veo y reveo el video de la captura del Chapo y ¡Ah jijos de la jijurria! Creo que ahora sí se puso rudo el asunto.
En mi tierra natal, que era y sigue siendo muy cerrera, cuando éramos niños nos nacía una extraña fascinación cuando pasaba alguna mujer corriendo y gritando “se están agarrando a machetazos”. Esa mujer, que casi siempre era la misma, no tenía el puesto oficial del Heraldo Cosamaloapeño pero su función era específica y vital. Inmediatamente los niños eran recogidos de las calles y todo mundo se encerraba. La imaginación volaba y desde entonces ya recreábamos escenas de desmembrados y hombres ensangrentados. La mayoría de las veces salían con su batea de baba de que sólo se tiraban machetazos al aire y todo quedaba en violentas escaramuzas espantaborrachos. Ya qué.
Ahora no sé ni lo que haría si me toca verme, ya no digamos a una cuadra, permítame dejarlo en la misma colonia, de un intenso tiroteo. ¡Ay nanita Tomasa! Creo que sí medio me infartaría por la congoja de qué haría con mi familia. El pensar que tantos buscados por la policía podrían estar viviendo cerca o incluso ser nuestros vecinos, sí deja mucho qué pensar, da un escalofrío similar al que se siente al entrar al Palacio Legislativo en la calle Encanto… uuuyyy, solo de pensarlo hace que me ponga chinito (no lo niegue, también sintió feo).
Tengo que promocionarme, no me queda de otra, porque Paquito el indiciado, resulta que se le vino en gana nacer unos cuantos días antes de mi cumpleaños y ahora se le ocurrió que ya quería fiesta ¿Más? ¿Aparte de la que te hacemos todos los días? Y él tan chucho me dice que sí, porque tiene una amiguita con la que quiere quedar bien y que ya va siendo hora que su papá se ponga buzo y le compre unos aretes para regalarle a la niña. A sus escasos seis años se me hace una desmesura, pero vaya usted a saber lo que piensan las nuevas generaciones.
La Karla, como toda madre alcahueta, se ha olvidado del próximo cumpleaños de su pachucote y se ha entregado en cuerpo y alma a organizarle la piñata que difiere mucho de las piñatas que yo recuerdo. Cada noche llego y veo sus nuevas adquisiciones para el mentado día de la fiesta y casi me desmayo en el quicio de la puerta. Sólo me sale un ahogado ¡No te mediste!
Antes las fiestas eran otra cosa. A mí me iban a botar a la pachanga y unas cuatro o cinco horas después comenzaban a hacer memoria mis padres de que algo les faltaba. ¿No se nos olvida algo Paco? Como que siento que algo falta. No sé tú, ¿qué será?
Para ser justos, el que pasaran o no por nosotros era algo que también nos traía sin cuidado. La tarde terminaba y al caer la noche si no habían ido por nosotros nos regresábamos caminando por toda la vía del tren Panamericano, bien contentos y deseando encontrarnos en el camino con algunos borrachos que se trenzaran a machetazos.
Me desvié un poquito. Vuelvo. Yo solo quería decirles que el 23 (es sábado, no hay pretexto) es mi cumpleaños y que desde hoy ya puede ir a Liverpool a donde pienso abrir mi mesa de regalos.
Tome nota: el día importante no es el 14 de enero, que es cuando firmarán el acuerdo de unidad priísta los aspirantes veracruzanos ante Manlio y Duarte… ¡No! El día importante es el 23… recuerde, el 23.
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