Hemos de convenir que estos asuntos del incremento del dólar y la baja del petróleo no nos traen tan atejonados como nos hubieran traído hace veinte o treinta años. Las crisis, las irremediables y cíclicas crisis que acrecentaban los polvosos surcos y los agrietados prados mejor conocidos como “México en recesión”, eran horrorosas hidras que se escondían debajo de las camas de los temblorosos padres.
Eso no es algo que los Millenials sepan, ellos han vivido con la zozobra de un futuro incierto pero un futuro que ven muy, muy lejos, allende el mar, y que llegará cuando sean viejos. Lo que quieren es ser felices. Eso está muy bien, y no es porque no les estén tocando los cocolazos económicos que sufren de una forma descarnada al convertirse en ninis. Los Millenials Mexicanos han crecido sabiendo lo que les espera, que la cosa está pelona y que el futuro es incierto.
A otros la vida no nos tocó así de seca. A las generaciones anteriores a los ochentas nos vendieron un México posible, con recursos ilimitados, petróleo en abundancia, con la promesa de que quien se graduara de Licenciatura (¿Maestrías? ¡Eso era puro blof!) tenía un puesto asegurado y un futuro digno, casa propia, dos carros a la puerta –pagados de contado-, y los que cumplieran con los requisitos de la educación podrían aspirar, cuando menos, a una casita de interés social que era dos o tres veces más grande de las casitas actuales.
Nos engañaron. Nos vendieron sueños y la caída fue dura, brutal. En cada cambio de sexenio la devaluación azotaba los bosques de la clase media, la inflación violentaba los costos y el salario en un dos por tres ya no alcanzaba. Fue cuando la sociedad mexicana comenzó a vivir con miedo, un miedo por cierto muy justificable. ¿Podría Usted culpar a quien perdió su casa en el 94?
Ahora vemos que el dólar sube a niveles increíbles. Hablamos de 19 pesos por dólar y aunque se siente feo tal vez no lo dimensionamos. De no haberle quitado los tres ceros al peso, el dólar estaría alrededor de 19,000 pesos. Vemos que el petróleo está bajísimo. Observamos a Agustín “Bolita de masa” Carstens reconociendo que el futuro está pelón. Vemos que el Medio Oriente tiene el sartén por el mango. Nos damos cuenta que 1,500 millones de chinos ya tienen dinero y que también quieren comer bien. Presenciamos un escenario dantesco propio de una sangrienta película de Tarantino… ¡Y no veo que la gente ande preocupada!
Honestamente yo tampoco no me siento tan preocupado ¿Por qué? Es la pregunta que me asalta y me despierta en las noches (bueno, esa pregunta y que bajo a la cocina a echarme un tentempié en las madrugadas cuando la Karla no me ve, joy joy joy). Y no es que no sepamos lo que está pasando o por pasar, o que no veamos los cúmulos, los nubarrones oscuros que se ciernen sobre nuestras cabezas. Creo más bien que es porque ya nos quitaron la ilusión, nos han matado los sueños y nos han hecho vivir en la realidad de un México con recursos limitados; que tiene petróleo solo para unas décadas más; un México donde estudiar una licenciatura es lo mínimo y una maestría o un doctorado se estudia para no estar sin quehacer y solo para competir contra miles de colegas que cobrarían más barato que tú sin chistar; un México que le niega a la clase trabajadora una vivienda digna pues tienen que hacinarse las familias en departamentos de hasta 45 metros cuadrados; un México que vive del crédito y osadamente lo tomamos porque aunque nos ha advertido mil veces Pedrito que ahí viene el Lobo, ya sabemos que el Lobo duerme con nosotros y le tapamos los pies.
Hay hartazgo social, pero lo que también hay, y eso es más peligroso aún, es una sociedad a la que le han quitado los sueños, y una sociedad sin sueños es capaz de cualquier cosa.
Tome nota: me han preguntado si en lugar de obsequios por mi cumpleaños de este sábado 23 de enero, me pueden depositar… ¡Faltaba más!
atticusslicona@nullgmail.com, @atticuss1910