Las millones de almas que habitan este pachorrudo país tienen en el perro frío que cubre de blanco los cerros, el pretexto perfecto para disfrazar su holganza. ¿Cómo voacer algo mamichi, si con este frío se me entumecen los muñungos? Y las mamás, con toda la justificación del mundo, quisieran no levantar de las camas a sus pequeños que en las mañanas están hechos un tamalín calientito y quisieran acostarse junto a ellos para que le destemplen los helados pies.

Este jueves hago un apunte en esta Bitácora del Capitán Spock: ¡Maldito día!

La comandanta, Leonor de la Miyar (que no sé por qué le dicen comandanta si es una dulzura de mujer), me había llamado con antelación para hacerme una cordial invitación. Va a venir el Filósofo de Güemez, no me vayas a faltar, va a estar bien bonito y el desayuno sólo va a costar cien pesitos. Noooo Leonorcita, cómo pasas a creer que te fallaría, además, cien pesitos cualquiera, cuando era estudiante le hubiera pensado pero ahorita pagaría eso y más por saludarte. Amarramos el asunto y quedé muy formal para acudir a la cita… pero se me atravesó este maldito día.

Si Usted no me conoce (de lo que se ha perdido) debe saber que soy muy formal, como los caballeros a la antigua que respetan la palabra. Así que Leonor, Leonorcita, Martín, Martincillo, si no fui al desayuno de Otero Ciudadano fue porque amanecí ponchado, o mejor dicho, pinchado de la llanta del carro. ¡Achismiachis! Me podría espetar Usted bien querido lector lectora, y con justa razón, porque como todo buen caballero a la antigua debo poder cambiar una llanta en menos de 3.2 segundos que es la vara que nos dejaron como medida Bo y Luke Duke. No la cambio en tan poco tiempo porque la espalda no me da, pero sí soy veloz, o cuando menos lo intento cuando la llanta de repuesto no está también ponchada. Abro la cajuela y Intudimóder. ¿Ahí cómo le hacemos jefe? Pues nada, me la llevé rodando.

En esas idas y venidas a la cultural vulcanizadora me leí dos TvyNovelas y repasé los grasosos calendarios de las primeras damas. Al final de todo el trajín, con dos dedos machucados y la muñeca casi luxada (por la cargada de la llanta), se me hizo que la grosería sería mayor si llegaba tan tarde, que de plano no llegar. NoesdeDios que se te ponchen las llantas cuando hace tanto frío. Y no es que me queje del bendito frío que no me canso de indicar que lo prefiero al calor, pero ese veranito de diciembre (Rubén Pabello dixit) no presagiaba nada bueno y ahora sí se nos dejó venir la helada con la furia con que Andrea Legarreta le quitaba la palabra a Raúl Araiza para explicarnos el tema del dólar y los chinos.

En este maldito día me pasaron muchas cosas más, todas trágicas y casi sacadas de la novela más triste de Dickens, pero para qué lo aburro con detalles. Bástele saber que la cosa ha ido mejorando conforme avanza el día, que estoy agarrando valor para hablarle a la comandanta (se me hace que ya voy a saber por qué le dicen así), que camino chueco porque con el frío estoy a punto de perder dos dedos del pie, pero que ya, bendito Dios, se está acabando la semana y hoy es viernes, y el fin de semana va a estar tranquilito políticamente hablando.

Supuestamente llegaba Manlio Fabio Beltrones, el salvador del PRI, pero al final se arrepintió y enviará a Carolina Monroy en su lugar. No sé si al final vengan el Superboy Ricardo Anaya y Agustín Basave. Hace mucho frío. No sean así, si vienen llévenselos a que se tomen un chocolatote en La Churrería del Recuerdo, y más si se los pide Basave, ya ve que cuando no le cumplen él renuncia.

Por hoy, hasta aquí, porque todavía me duelen los dedos.

Tome nota: cambio en el equipo priísta y habrá renovación de estructuras… ¿Antes de irse habrá pagado Silva sus adeudos con la nómina?

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