El 6 de febrero de 1916, a los pocos días de haber cumplido los 49 años de edad deja este mundo.
Félix Rubén García Sarmiento, conocido como Rubén Darío, nació en Metapa, hoy Ciudad Darío, Matagalpa, 18 de enero de 1867. Fue uno de los más brillantes poetas nicaragüense y en general de toda Latinoamérica, máximo representante del modernismo literario en la lengua española, tuvo la mayor y más duradera influencia en la poesía del siglo XX.
Niño prodigio, a los tres años ya sabía leer, a los trece años publica la elegía llamada Una lágrima. A los 14 años intenta publicar su primer libro, Poesías y artículos en prosa. A los 16 escribe su segundo libro que apareciera con el título de Primeras notas, cuatro años después. Autor de doce libros de poesía, trece en prosa, destacan Azul (1888), una de las obras más relevantes del modernismo hispánico y Canto de la vida y esperanza (1905) que representa la cima y síntesis de la obra lírica de Rubén Darío.
En julio de 1910 cuando vivía en París lo visitó Crisanto Medina, ministro del gobierno de Nicaragua en Francia, ofreciéndole fungir como enviado especial de su país a las fiestas del Centenario de la Independencia de México, viajó como miembro de la delegación. Mientras se encontraba de viaje, el gobierno nicaragüense fue derrocado y el dictador mexicano Porfirio Díaz se negó a recibir al escritor. Paradójicamente quien le notifico su restricción para llegar a la capital de la república fue Rodolfo Nervo, hermano de Amado Nervo; sin embargo fue acogido por el pueblo mexicano, los estudiantes se manifestaron alegres por su presencia desde su llegada el 4 de septiembre al puerto de Veracruz, le hicieron un homenaje en el teatro Dehesa, hoy teatro Clavijero. La mayor parte de su estadía la pasó en Xalapa donde lo recibieron con singular cariño, así como en la ciudad de Teocelo, donde se manifestaron a favor del poeta.
Permaneció en Xalapa por espacio de quince días recorriendo sus alrededores. Lo visitó una comisión de la Revista Moderna especializada en prosa, poesía y periodismo cultural, referente en aquella época, para entrevistarlo. Estuvo muy activo, a parte de las fiestas que le profesaron, tuvo diversos encuentros, destaca el del insigne profesor Enrique C. Rébsamen quien lo lleva a la Escuela Normal el 9 de septiembre a dar una charla, sitio donde se le hace la invitación para visitar Teocelo. Rubén Darío acepta de inmediato. Otra de las actividades menos relevantes pero importantes dentro de su recorrido es su presencia en las fábricas de puros, incluso salió una producción con su nombre, y gentilmente firmó algunas cajas de los aromáticos con la mención “Glorias de Rubén Darío”.
Llega a Teocelo, en un paradisiaco recorrido a bordo del tren conocido cariñosamente como “El Piojito” el día 10. La familia Sánchez – García le ofreció un banquete en su honor. Se tienen como testimonio del acontecimiento las placas fotográficas del agasajo de ese importante acontecimiento, el sombrero que portaba a su llegada y otros recuerdos. La hermosa casa aun la conserva nuestro amigo José Antonio Vicuña, familiar directo de la familia anfitriona.
El representante del modernismo, con su visita a territorio mexicano del que escasamente se conoce, llena de orgullo a los habitantes de Xalapa y Teocelo.
En el momento de su llegada el presidente municipal en turno se excusó de hacer acto de presencia y recibirlo pretextando una gripa, pero las banderas, los invitados y el festejo en los corredores de lo que fue el “Hotel Hidalgo” estuvieron prestos a celebrar al escritor, que entre copas de vino y una fastuosa comilona a base de suculentos platillos como la barbacoa, los ricos chiles rellenos, el destacado mole de la región, un exquisito acompañamiento de arroz, y para culminar el estupendo postre receta casera de naranja con coco, el poeta disfrutó con los anfitriones Francisca García Sánchez y su esposo José María Sánchez García y otros integrantes de su familia, y demás asistentes al festejo.
Posteriormente se trasladó al parque Carmen Romero Rubio de Díaz, hoy llamado Revolución, para dejar grabada para siempre una de las fotografías más importantes de su visita; hay otras imágenes muy interesantes como la que le fue tomada al descender de “El piojito”. Rubén Darío relata de su viaje al abandonar esta tierra: “Las niñas criollas e indígenas regalaban flores y decían ingenuas y compensadoras salutaciones. Hubo vítores y música. La municipalidad dio mi nombre a la mejor calle. Yo guardo en lo preferido de mis recuerdos afectuosos el nombre de ese pueblo querido…”.
Gracias a la intervención de las actuales autoridades del municipio de Teocelo se rescata el acontecimiento con un evento conmemorativo, desafortunadamente en Xalapa donde permaneció por espacio de quince días, pasó desapercibido el recuerdo al poeta.
El sábado 10 de septiembre de 1910, Rubén Darío pisó estas tierras y hoy a cien años de su fallecimiento recordamos el memorable acontecimiento dell creador de un auténtico mundo poético, transformador de los moldes de la tradicional lírica hispánica, que abrió horizontes luminosos a muchas generaciones.
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