Dicho de la manera más simple, los cromosomas son grupos ordenados de ADN que se encuentran en el núcleo de las células. Dicen los expertos que allí reside toda la información genética que determina nuestras características físicas (color de pelo, estatura, mala o buena digestión, etc.) así como nuestra suceptibilidad o resistencia a ciertas enfermedades y también algunas habilidades fuera de lo común o la ausencia de éstas. En el caso de los humanos cada célula debe tener 23 parejas de cromosomas; cuando una célula se reproduce o divide, esos cromosomas se copian. En un individuo normal esto pasa millones de veces cada día.
Pero cuando un bebé tiene la mala suerte de que en su gestación ocurra un error genético (pasa en una de cada 800 veces), el niño nacerá con un cierto nivel de retraso mental (el 10% de ellos tendrá retraso mental profundo), leve achicamiento de la cabeza y cuello corto, boca, nariz, pies y orejas pequeños y piel pigmentada; un porcentaje de ellos estarán enfermos del corazón y del sistema endócrino, la mitad tendrán problemas auditivos y oculares y también hipertensión pulmonar; dormirán y respirarán mal toda su vida; algunos nacerán con malformaciones intestinales; varios presentarán rasgos de hiperactividad y autismo, y en ciertos casos depresión y compulsión; en esos niños son frecuentes las neumonías y bronquitis y en general los problemas respiratorios; hay estudios que vinculan a estos pacientes con problemas óseos (específicamente en columna) y una especie de leucemia. Es cierto que su expectativa de vida ha crecido mucho y hoy supera los 50 años, pero sigue siendo bastante menor que la de la población sana. Es el síndrome de down, algo que nadie quiere ni pide para sus hijos. Y es apenas uno de los cientos de trastornos genéticos que pueden producirse por una falla biológica.
Se estima que hasta un 45% de las bebidas alcohólicas que se comercializan en México podrían estar adulteradas; la mayor parte de ellas mediante diluciones (como agua y otras substancias reltivamente inócuas) pero también mediante el uso de alcohol industrial, específicamente metanol. Bastan cien miligramos de esta substancia por kilo de peso para convertirla en dosis letal (causar la muerte) o dejar secuelas graves permanentes, como ceguera irreversible y lesiones neurológicas severas. Estudios recientes prueban que cantidades de metanol inferiores a la dosis letal, incluso no detectables en los primeros análisis diagnósticos, pueden causar consecuencias irreparables. Esta práctica de adulteración es más frecuente de lo que se piensa y cada año mata y deja con secuelas a muchas personas.
En el año 2050 el mundo tendrá 2 mil millones de habitantes mayores de 60 años; eso equivaldrá al 22% de la población, un poco más de la quinta parte. Hoy, viven en La Tierra unos 900 millones de ancianos, algo así como el 12% del total de la gente. Aunque el envejecimiento es distinto en cada individuo y está condicionado por muchos factores, se trata de un proceso biológico inevitable, que sólo cesa con el fallecimiento y que implica cambios funcionales y estructurales en las personas; esros cambios se pueden ralentizar y acaso compensar pero nunca evitar y vuelven a las personas más vulnerables a las agresiones del medio y a las enfermedades, también les limitan progresivamente la capacidad productiva, la independencia económica y funcional e incluso se convierten en factores de discriminación y hasta abandono.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, “las proyecciones indican que para el 2020, los traumatismos resultantes del tránsito podrían ser la tercera causa de muerte y discapacidad en el mundo, acercándose a la gravedad que representan otros problemas de salud como la malaria, la tuberculosis y la infección por el VIH”. La OMS también dice que de acuerdo con el Informe sobre el estado de la seguridad vial en la Región de las Américas de 2009, “los traumatismos causados por el tránsito fueron responsables de cerca de 150 mil muertes al año y más de 5 millones de lesionados (lo que equivale anualmente a cerca de 35 lesionados y personas con invalidez por cada persona fallecida)”.
La parte más trágica de las secuelas de los accidentes viales tiene que ver con el hecho de que al menos el 33% de las víctimas de los siniestros (muertos y heridos con lesiones permanentes) son personas inocentes que tuvieron la desdicha de encontrarse en el lugar equivocado en el momento equivocado, literalmente, víctimas inocentes de percances evitables. Cambian las vidas de viudas y huérfanos, cambian las vidas de personas que tendrán que adaptarse a una nueva realidad de limitaciones y privación.
Todas estas situaciones son discapacidad: “las deficiencias, las limitaciones de la actividad y las restricciones de la participación. Las deficiencias son problemas que afectan a una estructura o función corporal; las limitaciones de la actividad son dificultades para ejecutar acciones o tareas, y las restricciones de la participación son problemas para participar en situaciones vitales”. Congénitas –que aparecen con el nacimiento— o adquiridas, las discapacidades son una limitante severa y costosa para muchas personas que a lo largo de la historia e incluso actualmente, son víctimas de exclusión e injusticia. Al margen de su intensidad y de los efectos y limitaciones que causan en quienes las sufren, las discapacidades físicas y mentales son verdaderos muros de impotencia que no pueden entenderse en una sociedad que se precia de democrática y que aspira a ser justa.
Según los organismos internacionales, “más de mil millones de personas viven en todo el mundo con alguna forma de discapacidad; de ellas, casi 200 millones experimentan dificultades considerables en su funcionamiento. En los años futuros, la discapacidad será un motivo de preocupación aún mayor, pues su prevalencia está aumentando. Ello se debe a que la población está envejeciendo y el riesgo de discapacidad es superior entre los adultos mayores, y también al aumento mundial de enfermedades crónicas tales como la diabetes, las enfermedades cardiovasculares, el cáncer y los trastornos de la salud mental”.
México no es la excepción y en Veracruz el asunto es de tal magnitud que no puede ignorarse. A pesar del claro sub registro y la carencia de información cierta sobre el tema, hay entre 650 mil y un millón cien mil veracruzanos con discapacidad. El tema reclama soluciones de fondo y prontas. Las personas con discapacidad no son culpables de haberse sacado la lotería… al revés.