Este próximo martes se conmemora el Día Internacional de la Mujer y yo ya tengo miedo de las felicitaciones sin sentido que recibiré. Varias aludirán a mi fortaleza (femenina, claro), a mi capacidad de dar vida y a lo bonito que hago al mundo con mi encantadora presencia.
Previendo este tipo de expresiones, las usuarias de Twitter han lanzado una iniciativa que a través del hashtag #8MCambiaElSistema busca exponer la despolitización que ha sufrido el Día Internacional de la Mujer. ¿Pero a qué nos referimos con “despolitización”?
Para entenderlo, hagamos un ejercicio: vislumbre en su mente el Día del Campesino, sólo por elegir una efeméride cualquiera del calendario mexicano. No, olvide por un momento a los acarreados al evento aleatorio que se imagine y concéntrese en el discurso del político que guste. ¿De qué habla? Exacto: de la lucha campesina, de sus logros y quizás si tenemos suerte, de las prerrogativas que aún tal grupo social no ha alcanzado.
Vislumbre ahora el Día Internacional de la Mujer. Piense en los discursos políticos que se centrarán en alabar a la mujer por ser el pilar de la familia y, por lo tanto, de la sociedad. Recuerde que decimos “pilar” porque “ángel del hogar” ya suena pasado de moda.
Piense ahora en cómo se rememora este día en donde trabaja y en lo individual. No olvide las flores o los chocolates que el jefe buena onda le manda a sus empleadas ni la rifa de electrodomésticos de la oficina, mucho menos las menciones a la majestuosidad de la existencia femenina, centradas en su “innata” capacidad de cuidado y en su siempre posible destino materno. Y no pase por alto los recordatorios, frecuentes en redes sociales, sobre lo importante que es celebrar el día de la mujer, ¡que serlo es bien difícil! ¿O qué, cree que es fácil tener que maquillarse siempre, soportar a los hombres, usar tacones, menstruar, parir y criar a los hijos? (Extrañamente en esta lista de dificultades femeninas nunca he visto mencionado el acoso sexual, la cultura de la violación, las redes de trata de blancas, las desaparecidas, la imposibilidad de viajar por el mundo sin que te maten…).
La despolitización del Día Internacional de la Mujer implica precisamente “celebrar” a las mujeres por el mero hecho de serlo y por medio de expresiones que evitan crear una identidad femenina comunitaria y concientizada como grupo social. Al contrario: banalizan la experiencia del ser-mujer y la convierten en un trance no sólo totalmente individual, sino al servicio de un bien mayor: la familia, la sociedad, el estado.
Por supuesto, este martes no faltarán las conferencias, los foros y las notas periodísticas que divulguen los orígenes históricos de esta fecha y que planteen las preguntas que pueden conmemorarla: ¿cuál es el estatus de la mujer en la sociedad, tanto en lo micro como en lo macro?, ¿de cuáles derechos goza y cuáles no ha alcanzado, ya sea en el papel o en la práctica?
Pero en lo cotidiano, omitiremos la reflexión y festejaremos la existencia femenina que se acopla a los mandatos establecidos. Celebraremos en las mujeres los valores de la pasividad y la belleza, de la valentía y el arrojo, pero prudentes y modestos; de la libertad que no devenga en “libertinaje”; de la falsa vocación de mártir; y, sobre todo, de la pasión, pero que no incomode ni haga tambalear los cimientos de un sistema que premia el estancamiento y fomenta el terror.
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