Ayer, 13 de marzo, se cumplió el tercer aniversario del pontificado del papa Francisco. Al año y siete meses de su mandato, en la revista Nexos (07.08.2014), decía que los ejes centrales de su gobierno se concentran en cuatro temas: 1) cercanía con la gente; 2) devolver la confianza en la institución; 3) reformar la Curia Romana; 4) limpiar el banco del Vaticano.

Sostenía también que “el papa, en la medida que pasa el tiempo, gana credibilidad y se consolida como un reformador, que todos los días plantea nuevas ideas para la Iglesia y el mundo. Su manera de ser y lo que propone despierta entusiasmo y simpatía al interior de la Iglesia, pero también en amplios grupos fuera de la misma”.

Y añadía que “el conservadurismo de la mayor parte de la jerarquía y el poder de la Curia Romana está ahí y actúa. Que el papa pueda imponerse de manera definitiva a los mismos, para profundizar su proyecto reformador, todavía no es evidente, aunque hay señales de que avanza en el camino que se ha trazado”.

Ahora, a tres años, se pude afirmar que el papa se ha podido imponer a los sectores más atrasados de la Iglesia jerárquica y día a día, su proyecto avanza y se consolida. Eso en medio de una institución llena de contradicciones, con muchas inercias y una cultura institucional difícil de cambiar. En este tiempo se puede decir que ha avanzado de manera muy exitosa en los cuatro ejes de su proyecto.

Su mayor logro es su cercanía con la gente. Cinco elementos juegan a su favor: 1) su personalidad. Impacta su sencillez, que contrasta con el anquilosado aparato eclesiástico; 2) sus actitudes. Actuar como cualquier gente despierta simpatía; 3) su autenticidad. Siempre es él. Lo hace atractivo y cercano a la gente; 4) su comunicación. En cada ocasión utiliza el lenguaje adecuado para el público al que se dirige; 5) su mensaje. Plantea nuevas ideas que son bocanada de aire fresco en una Iglesia conservadora. Sus mensajes conectan con la vida cotidiana.

Ha avanzado en su propósito de restablecer la confianza en la institución. Siempre trata de entender la posición del otro. Trasciende las viejas posiciones doctrinarias. A éstos se añade el combate a la pederastia, la cercanía a los más necesitados y la crítica a la Iglesia que dirige. Dentro y fuera de la Iglesia son cada vez más los que reconocen que el papa ha traído aires de cambio a una estructura burocrática, que había perdido la confianza de la gente.

En el proyecto de cambio es indispensable la reforma de la Curia Romana. A sus integrantes les ha dicho que los sacerdotes son pastores y no “clérigos de oficina”. Que “la corte es la lepra del papado” y que la curia sólo “ve y se ocupa de los intereses del Vaticano y olvida el mundo que le rodea. No comparto esta visión y haré todo para cambiarla”. La crítica al clericalismo, centralismo y mediocridad de la curia ha sido frontal. Es un espacio de confrontación permanente, en el que también está ganando.

La limpieza del banco Vaticano es un hecho. Ahora se rige con los más altos estándares de trasparencia y rendición de cuentas de la banca comercial europea. El papa en estos tres años ha avanzado en su proyecto de cambio. Sus logros son muchos, pero todavía es largo el camino por andar. Se le ve fuerte y decidido. Seguramente que todavía va a conseguir mucho más. Esto conviene a la Iglesia y a los fieles.