«En estos últimos años he descubierto que la felicidad está en las cosas más simples de la vida, y que frecuentemente no nos damos cuenta: un amanecer cuando el sol se dispone a salir; un atardecer en cualquier parte, pero sobre todo a la orilla del mar; visitar un panteón y disfrutar el silencio entre las tumbas; ascender una montaña y sentarse frente a un acantilado. pero también disfrutar una comida con los amigos, saborear una copa jugando dominó; ir a una cantina, pedir una cerveza y disfrutar una buena botana; una buena pareja con quien compartir, disfrutar un buen libro, escribir los sentimientos, recordar aquel beso furtivo y robado, etc». Lo comenta en sus Ruizcortinadas».