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Crónica del Poder

La abuela Luciana Pérez Tiburcio, de la comunidad El Chote, observa atentamente las danzas que se ejecutan en la Plaza del Danzante. Con el sahumerio en la mano, recorre el lugar para purificarlo. Se detiene, sahúma a las personas, les brinda algunas palabras y les desea bendiciones: “hija, hijo, que tengas paz, armonía, alegría y amor”.

Después continúa avanzando, habla con la gente, ríe con los niños. Más de 50 años de partera le han dado experiencia y sabiduría. Así es la decimoséptima edición del Festival Cumbre Tajín, que se desarrolla en torno al equinoccio de primavera en Papantla.

La abuela Luciana habla acerca del sentir y las enseñanzas totonacas, así como del papel fundamental de los Abuelos en esta celebración: “todo lo que uno hace se debe compartir. La gente que nos viene a visitar está contenta por vernos unidos. Aunque somos de distintos lugares, todos somos hermanos.

“Que los visitantes digan: ‘los totonacas están unidos, se quieren’, la Casa de los Abuelos es una gran luz… cuando alguien tiene un dolor, una tristeza, un coraje o una decepción, los Abuelos lo ponen en el altar para que se disuelva y ya no haya molestias, entonces uno sale alegre”.

Para la cultura totonaca, la transmisión de generación en generación es la base para preservar las enseñanzas. Es por eso que también en las otras casas del Centro de las Artes Indígenas (CAI), los maestros experimentados comparten con los más jóvenes los secretos de la tradición.

Ejemplo de esto es Víctor Manuel García Vicente, quien, con apenas 16 años, es uno de los maestros del taller de flautas de Volador. Él ayuda a los visitantes para hacer sonar los instrumentos; con paciencia y entrega, comparte aquello que ha recibido de los mayores: “Siento felicidad porque conozco gente, comparto lo que sabemos y convivimos. Es algo maravilloso porque conoces muchas cosas. A los jóvenes como yo les diría que aprendieran esto para que siga existiendo en un futuro, que no se pierda”.

A lo lejos, el sonido de la Banda Tajín confirma que las tradiciones se heredan para seguir floreciendo. Con más de 100 años de vida, el grupo de viento totonaca hace vibrar al público, demostrando que la constancia y el esfuerzo pueden lograr grandes cosas.

Es así como el Festival continúa posicionándose como un lugar de encuentro, donde los guardianes de la tradición milenaria comparten su sabiduría y abren las puertas para que los más jóvenes sigan adelante.

El Kantiyan o Casa de los Abuelos, corazón del CAI, es el lugar donde las enseñanzas ancestrales cobran vida en la voz de los Abuelos sabios. Así lo confirma la presencia de la abuela Luciana y la paz que adquieren los visitantes. Para saber más, los interesados pueden ingresar a la página www.cumbretajin.com.