Hasta ahora, el gobierno de México ha hecho algunas declaraciones menores en contra de los discursos antimexicanos, particularmente agresivos, del precandidato republicano Donald Trump, que día con día obtiene la simpatía de la mayoría de las bases ciudadanas que se identifica con el Partido Republicano.
El gobierno mexicano ha optado por mantener un perfil muy bajo. Su lógica, esto se infiere de su actitud, es que si responde a Trump sería caer en su juego y hacerse participe de su estrategia. Su decisión es que vale más aguantar los golpes de manera estoica. La pregunta obvia es si ésta es una buena o mala estrategia política y de comunicación.
Es evidente que la exitosa estrategia de Trump se centra en decir lo que quiere oír la ciudadanía más conservadora de Estados Unidos, la que vota por el Partido Republicano. Las preguntas que necesariamente surgen son “¿Es sólo eso?”. “¿Es sólo una vulgar estrategia de marketing electoral?”. Pero también vale preguntarse “¿Y sí realmente piensa así?”.
El gobierno del presidente Peña Nieto en la política interna, por no reaccionar rápido y articular una errónea política de comunicación, permitió que problemas graves se le hicieran todavía mayores, como Ayotzinapa y la Casa Blanca. Los problemas no se pueden minimizar y menos ignorar. Si no se actúa a tiempo y con contundencia contra Trump, perdemos todos.
El gobierno de México no puede dejar, sin hacer nada, que siga creciendo el discurso antimexicano de Trump, que ya daña al país y a los mexicanos que viven en Estados Unidos. El marketing de Trump con base en insultar a los mexicanos y a México se ha revelado como muy eficaz. Ahí está el resultado electoral. Todo indica que va a ganar la candidatura republicana a la presidencia de Estados Unidos.
A partir de ese momento, Trump tendrá todavía un espacio de acción y de medios todavía mayor a los que ha tenido hasta ahora. La campaña contra México y los mexicanos que viven en Estados Unidos va a crecer. La construcción de una imagen negativa de México y los mexicanos en los sectores afines a Trump, pero también en grupos más amplios, ya afecta al país en Estados Unidos, pero también en el ánimo interno.
El gobierno de México no puede seguir en la lógica de no intervenir como si nada estuviera pasando, en la actitud estoica de aguantar los golpes. Está obligado a reaccionar con fuerza en el marco de una estrategia amplia muy bien planeada. En ella deben participar múltiples actores en Estados Unidos y en México.
Hay mucha gente en Estados Unidos: los que no están de acuerdo con el discurso xenófobo de Trump, los que son potenciales aliados de una ofensiva inteligente diseñada y operada por el gobierno de México contra una campaña que denigra al país, pero sobre todo a sus ciudadanos en México y los que viven en Estados Unidos.