Era un caballo del cual no se sabe su raza con exactitud, aunque se cree que era de origen oriental.
De color negro azabache y de alzada no muy grande, recibió el nombre de Bucéfalo, que significa en griego «cabeza de buey». Al parecer fue llamado así por la forma redonda de su cara y la anchura considerable de su frente, donde además tenía una mancha blanca en forma de estrella.
El encuentro del recio caballo con el futuro monarca Alejandro Magno fue narrado por Plutarco, que cuenta cómo el indomable animal se calmó cuando Alejandro lo volvió hacia el Sol para evitar que viese su sombra, que era por lo que se inquietaba.
El joven príncipe contaba 12 años y, desde ese momento, él y Bucéfalo se volvieron inseparables hasta la muerte de este último en la batalla de Hidaspes, librada por el ejército macedonio en el año 326 a.C. contra el ejército del rey indio Poros.
Tal fue el dolor de Alejandro Magno ante la pérdida de su caballo que hizo que fundaran una ciudad, Alejandría Bucefalia, cerca de la tumba del corcel, de la cual, hasta el momento, sólo se puede conjeturar su ubicación.
Según las fuentes, parece claro que se construyó en la orilla oeste del río Hidaspes, y se cree que este sitio está localizado frente al moderno pueblo de Jhelum, en la provincia del Panyab, al noreste del actual Pakistán.
No debe sorprender tal honra a la muerte de su preciado compañero de batalla si se piensa, ante un mapa del mundo, lo que entre ambos crearon: un Imperio de más de veinte millones de kilómetros cuadrados.