Puedo dar por descontado que Paquito, a sus seis años, algo hará mal. Por eso no tengo ningún problema en prometerle cualquier cosa. Mañana, si te portas bien, te llevo al cine… En la noche, si te portas bien, te puedes dormir conmigo… Este fin de semana, si te portas bien, te llevo al brincolín. No sé por qué se comporta de una forma u otra, pero siempre hace algún drama, ya sea porque el caldo está muy caliente o porque el queso no está rallado en tiritas lo suficientemente delgadas para su fino y selecto paladar, pero siempre arde Troya.
No piense que lo hago con la mala intención de no cumplirle, pues al paso del tiempo casi siempre satisfago sus antojos. Lo hago más bien con la intención de que, en la búsqueda de la ansiada recompensa, me haga pasar por fin un solo día sin entripados.
Tenemos, en esa complicidad infante, una cercanía cada día más insatisfecha. Me he convertido en el Señor de las promesas y él, en el Derrochador de las oportunidades. Me choca, actúa como si tuviera por delante todas las opciones del mundo.
Lo peor es que los niños sí las tienen, y eso nos pica a los ya mayorcitos. El problema no es que dejen pasar una recompensa, lo que nos escoce es que nosotros, a nuestra edad, ya no estamos para dejar pasar ningún tren.
¿Cómo somos nosotros como pueblo? ¿Tenemos todo un futuro que podemos por echar a perder o ya se nos están yendo los últimos trenes?
En tiempos regulares, sin problemas financieros y con suficiente liquidez, las propuestas de los candidatos a Gobernador serían plausibles. Sin embargo, en tiempos de escasez, habría que pensar seriamente si lo que se promete se podrá cumplir.
Apenas llevamos unos días de campaña y cada candidato ha ofrecido ya una veintena de posibles soluciones. A este paso, al final de los sesenta días, cada uno hará unas cien o doscientas promesas. Imagínese, cumplir todo eso en tan solo dos años.
¡Qué bonito suena todo! Son una cantaleta de vamos a traer al ejército, la marina y la gendarmería; vamos a tener mano dura contra los corruptos y devolverán lo robado; vamos a crear contralorías ciudadanas, fiscalías anticorrupción; vamos a hacer esto y vamos a hacer aquello. Pero preguntarían en mi pueblo: todo eso que quieren hacer ¿Con qué ojos divino tuerto?
Gracias a la “presión social” ya eliminaron las Fotomultas y no está usted para saberlo pero después de casi medio año me tocó ver anoche un soberano mandarriazo entre cuatro vehículos que, júrelo, no se había dado en meses. No dude tampoco que alguno de estos genios propondrá regresar a los viejos verificentros, no por su afán ecológico (pase asté a creer), sino por una cuestión meramente electoral al vender la zanahoria de pagar menos. No faltará incluso quien prometa bajar del 3% al 2% el impuesto a la nómina. Es decir, prometerán bajar impuestos y hacer, con aire, lo que no se hizo con dinero. En aras de conseguir votos son capaces de prometernos cualquier cosa.
Me viene a la mente el clamor desesperado de Francisco Labastida Ochoa cuando le preguntaba a Vicente Fox, con esa angustia de no querer caer nuevamente en esa lengua viperina que ya le había endilgado “Lavestida», de dónde pensaba sacar el crecimiento del Producto Interno Bruto. ¡No se puede Vicente! Le decía ¿De donde lo vas a sacar?
La lacónica respuesta del guanajuatense fue “De la corrupción”, y pese a que toooodo México vio a un Vicente que no tenía ni idea y que frente a ellos se sentaba un completo incontinente verbal, como pueblo decidimos que ‘why not?’ , nuestro México del 2,000 todavía se podía echar a perder otro poquito.
Al tiempo comprobamos que Fox no cumplió sus promesas, ni creció el Producto Interno Bruto, ni se abatió la corrupción, ni mucho menos se acabaron las tepocatas y las víboras prietas.
No se trata sólo de estar informados, se trata de estar bien informados, y que estemos conscientes que si un candidato nos promete un puente, lo mínimo que debemos hacer es verificar, si en nuestro pueblo, cuando menos tenemos río.
En tales condiciones, y apelando al sentido común, le pregunto a los políticos: Si nos portamos bien ¿Ahora sí nos cumplen?
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