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EFE

Nueve años después de que Rochom Pnhieng fuese descubierta en una jungla de Camboya y catalogada como “la mujer salvaje” por medios de todo el mundo, su pasado continúa siendo un misterio y su presente consiste en vivir encerrada.

Sus ojos no muestran emoción alguna mientras su madre y su hermana cuentan cómo es hoy la vida de la niña que a los siete años el bosque les arrebató para devolverla convertida en una mujer de 25 años.

“Los leñadores la trajeron de vuelta”, rememora Rochom Soy, madre de Pnhieng que ahora tiene 34 años, en declaraciones a Efe.

La hermana, Rochom Sony, le ha dejado salir de la pequeña cabaña en la que vive encerrada, algo que ocurre dos veces al día, cuando la familia no tiene que trabajar o está fuera de casa.

“Tenemos que tener mucho cuidado, ahora ya no le dejamos que se vaya de casa porque estamos preocupados por ella, cuando se va puede romper algo y se enfadarán con nosotros”, argumenta Sony.

La joven descubierta en el bosque nunca pudo hablar y no se realizaron pruebas de ADN a la familia, por lo que el misterio sobre como sobrevivió o el origen de las cicatrices de sus muñecas con las que fue encontrada perdura en el pueblo Oun, en la norteña provincia de Ratanakiri, donde la mitad de la población es indígena.

Solo algunos dibujos revelan los pensamientos de Pnhieng, a la que le gusta ilustrar figuras cotidianas, mujeres con cestas, campesinos, y a veces, líneas en las muñecas de estas personas que recuerdan a sus cicatrices.

En su nuevo hogar, las tradiciones, la pobreza y el aislamiento geográfico han determinado su adaptación, que en los primeros años fue positiva, según la ONG española Psicólogos Sin Fronteras.

“Hubo grandes temporadas en las que se la veía contenta y adaptada a su nuevo medio”, cuenta el español Hector Rifá, que trató a Pnhieng desde 2008 hasta 2012, cuando “la crisis económica se cebó con los programas de cooperación internacional”.

En el remoto pueblo de Ratanakiri, su madre justifica la necesidad de encerrar a su hija.

“Antes tenía buena pinta y estaba mejor, la llevaba a que se diese una ducha y trabajase conmigo, entendía como trabajar, vestirse, llevar agua, pero después de lo del retrete…”, cuenta Soy.

La madre se refiere a un episodio en el que su hija apareció en el fondo de una letrina de diez metros de profundidad tras permanecer desaparecida diez días en 2010.

La familia asegura que el suceso detuvo su progreso.

Rifá considera que este hecho pudo afectarle, pero lo que mas le condiciona es “la falta de un entorno familiar estimulante con una asistencia terapéutica continua”.

El trabajador social revela que parte del motivo de que no pueda comunicarse es que sufre una discapacidad auditiva, que confirmaron expertos en 2007.

Su familia no comprende estas limitaciones, ya que Pnhieng puede cantar y vocalizar sílabas, lo que sugiere que la perdida de su capacidad auditiva no fue de nacimiento, según el psicólogo.

La visión clínica de las necesidades de Pnhieng dista del mito creado por la comunidad local y los medios.

El jefe de distrito de la policía, Mao Sun, que en 2007 atribuyó la aparición de la joven a la voluntad de los espíritus del bosque, ahora da una explicación extendida en su comunidad: “las criaturas salvajes la criaron”.

Por otro lado, Mao Sun niega que Pnhieng ha destruido propiedad privada cuando se escapa de casa ya que “es muy calmada”.

El trabajador de la ONG local Organización Psicosocial Transcultural, Seang Leap, dice que cientos de personas, en su mayoría en zonas rurales, encadenan o encierran a sus familiares cuando tienen enfermedades mentales o problemas sociales en Camboya.

“Los familiares están lejos (de la atención médica), no tienen a nadie que pueda cuidarles, y no entienden la situación”, asegura Seang Leap, cuyo proyecto da asistencia a cuarenta y un casos, aunque su presupuesto no le permite llegar a Ratanakiri.

La visita a Pnhieng termina y su hermana la acompaña de nuevo a la cabaña en la que vive, aunque antes se apresura a colocar el tirante de la camisa de Pnhieng, ya que su desnudez podría ofender a los visitantes.