¿Que por qué tantos recuerdos guardados en la memoria? Muchos amigos se preguntan cómo soy capaz de atesorar tantas cosas en la memoria, ni yo mismo sé, son los misterios de la mente, del cerebro. Que sí el hipotálamo, que si corteza cerebral, que si el lóbulo frontal, que si las conexiones neuronales, ¡qué sé yo!, de hecho esto de la memoria es tan caprichoso que hay cosas –vivencias de las cuales ya no quisiera ni acordarme, pero no, ahí están, tercas- que irremisiblemente regresan, cual flashazos, a mi mente.
Hay muchos datos, imágenes, cosas de las que me quisiera olvidar y no puedo, sobre todo las de largo plazo, y hay otras que quisiera recordar con mayor claridad y certidumbre y no puedo, sobre todo las de corto plazo. Recuerdo cosas, aunque parezca increíble, desde que tenía tres años de edad. Tengo muy presente un rosario de cuando en la casa familiar estaban rezando a mi abuela materna, eran los primeros días del mes de enero del año de 1963, y aún recuerdo cómo desperté después de una siesta llorando y todos en el rezo, mi mamá, mis hermanas, tías y demás familiares corrieron a cargarme y consolarme. Recuerdo sus atuendos, de riguroso luto, con una chalina coronando su cabeza y con el rosario entre las manos. Estaban en la sala de la casa los reclinatorios para el rezo, un crucifijo con su pedestal y dos lámparas de pie para las veladoras.
Eso fue en enero, pero pocos meses después, en el mes de noviembre, el día 22, pasado el mediodía, aún recuerdo cómo mi madre estaba comentando muy impactada con una tía el suceso trágico que acababa de ocurrir apenas unos instantes antes, habían atentado con un arma de fuego en contra del presidente de los Estados Unidos, John F. Kennedy, en la ciudad de Dallas, Texas. La noticia había corrido como reguero de pólvora aún en aquellos días en que las comunicaciones no eran tan instantáneas, pero era una noticia que había dejado estupefacto a medio mundo y nuestro país no había sido la excepción. El desenlace ya todo el mundo lo sabe.
Después recuerdo vívidamente, como si hubiera sido ayer, cómo aprendí a escribir en primero de primaria, ya andaba en los 6 años de edad. Habría que recordar que en aquellos años uno no aprendía a escribir hasta que ingresaba a la primaria. Yo fui a un jardín de niños público y también recuerdo los dos años del kínder en donde se asistía más para realizar actividades didácticas como el canto, trabajos manuales, pintar, recortar, pegar, hacer figuras con plastilina, etc. Aprendí sí las vocales, y el abecedario, pero nada más, tal vez, no lo tengo muy claro, también aprendí a contar. Ya en primero de primaria realicé mis primeros ejercicios gramaticales-lingüísticos con las sílabas y a partir de ahí recuerdo cómo fui estructurando las primeras palabras y construyendo frases cortas, muy elementales, a la vez que fui haciendo los trazos de lo que más adelante consolidé como escritura.
Ya para ese entonces me convertí en un asiduo del cine de la matiné, de las películas de dibujos animados: los festivales de Tom y Jerry, películas de Jerry Lewis (‘El profesor chiflado’), mexicanas campiranas con Antonio Aguilar y el ‘Chelelo’; Gastón Santos; cómicas de ‘Viruta y Capulina’; y las de corte juvenil como las españolas de Raphael, del torero Sebastián Palomo Linares, de Rocío Dúrcal, Marisol, del argentino ‘Palito’ Ortega y Enrique Guzmán, ya sabe usted con películas como ‘Acompáñame’, ‘Amor en el aire’, ‘Cuándo tú no estás’, ‘Digan lo que digan’, entre otras. Pero ese cine sin mayores pretensiones casi siempre venía acompañado en los intermedios de cortos promocionales de una riqueza informativa y cultural que aún conservo como ‘Tele Revista’, que producía don Manuel Barbachano Ponce, con la participación detrás de cámaras de Demetrio Bilbatúa y la conducción como locutor de don Fernando Marcos con su extraordinaria voz.
Estos cortos que pasaban en el intermedio de las películas de la matiné, producidos en blanco y negro, contenían noticias tanto nacionales como internacionales. Recuerdo que promocionaban desde las obras del Metro en la ciudad de México, la organización de los juegos olímpicos de 1968, las obras de construcción de sus instalaciones como el estadio olímpico –hoy universitario- México 68, el Palacio de los Deportes, la alberca olímpica, velódromo olímpico, etc., así como la que sería la Villa Olímpica por el rumbo de Tlalpan, en el sur de la ciudad de México. Había todo tipo de noticias, sobre todo de divulgación de las obras civiles, tanto públicas como privadas: Estadio Azteca, Plaza Satélite, hospital 20 de noviembre y, por supuesto, el Metro de la Ciudad de México, etc.
Luego entonces, a pesar del tiempo, la memoria continúa fresca, los recuerdos lejanos y el conocimiento adquirido, por los entresijos de la memoria y de la mente ahí están, permanecen imborrables e imbatibles. Lo que son las cosas, siempre fui malo para jugar ‘memorama’, pero era muy competitivo para jugar ‘Maratón’, backgammon y dominó, así como recitar las principales capitales del mundo (Europa, Asia, América, etc.) y ya no digamos las capitales de los estados de la República, que aunque no se crea, a veces, algunos jóvenes universitarios de hoy en día titubean al decirlas e incluso las han olvidado. Una prueba que suelo poner en mis clases universitarias consiste en preguntar a los alumnos para que digan los estados con los que limita el estado de Veracruz, los que constituyen la franja fronteriza con los Estados Unidos y los de la frontera sur, en orden, de este a oeste y viceversa, y aunque a veces no lo saben.