Para muchos veracruzanos es inconcebible que haya individuos que pregonen una ideología, que en la práctica es todo lo contrario. Hemos llegado a una etapa en la evolución de la sociedad mexicana, que muy pocos mantienen su creencia en defender una ideología, que por su desarrollo ya es obsoleta. Muy pocos podrían pasar el tamiz de la congruencia. Por eso fue muy discutida la participación de un alto ex funcionario de la U.V. que asegura ser de izquierda pero que se suma a una campaña de quienes son los que permanentemente han perseguido a los de izquierda. Según Max Horhkheimer “rara vez se piensa hoy, con el nombre de «ideología», en un concepto pregnante. Esta palabra, como otras muchas expresiones —así «evolución», «forma de vida» e «inconsciente»—, ha entrado en el habla cotidiana procedente de la literatura filosófica y científica. Podría decirse que su perfil teorético se ha perdido, ya que tras su idea general oscila solamente un vago recuerdo de la imagen teórica con la que había cobrado sentido este concepto, hoy insustancial; bajo la rúbrica de ideología no se entiende muy frecuentemente sino cualquier tipo de totalidad de pensamiento: una teoría, una representación en particular o lo intelectual en general”. De igual manera observamos y hemos criticado el oportunismo de muchos, que hoy defendía unos colores de algún partido político y mañana están del lado contrario. Así, pues, el concepto de ideología contradice, incluso en su forma achatada, la perspectiva idealista: como ideología, el espíritu no es absoluto. Si preguntamos por los orígenes filosóficos, este concepto ha ejercido un efecto inmediato y enérgico dos veces en la historia. Una, cuando, al final del siglo XVIII la Ilustración, que se dirigía contra el sistema de gobierno del absolutismo francés, perdió su función política: entonces se hizo patente que el alma del pensamiento epistemológico y especulativo -como el que se encuentra en Voltaire, Diderot y los enciclopedistas- estribaba en el interés por establecer racionalmente el mundo y en la resistencia frente a una presión social que había llegado a carecer de sentido. Sin duda esos oportunistas, que evidentemente cambian de “camiseta” como cambiar de calcetines, no merecen ningún crédito valorativo de convicción y decoro. Esos individuos (Hombres y/o mujeres) que traicionan a sus correligionarios, no merecen la confianza de nadie; pero el pragmatismo existente hace que sean elevados a planos inmerecidos en el ámbito social y político. Al perder, con la Revolución francesa, su significado estratégico el antiguo edificio político del absolutismo —en especial la alianza de clero y aristocracia—, la Ilustración, por así decirlo, rindió el espíritu, y lo que restó fue el positivismo. Aun cuando esta palabra había cobrado ya un elemento específico de su significación en el complejo teórico que acabamos de pintar, actualmente se piensa casi de un modo exclusivo, siempre que se retrotrae uno a los orígenes, en doctrinas sociales, ante todo en el materialismo económico. Sin duda los intereses personales de ambición, avaricia, mezquindad y valemadrismo de muchos, hace que confundan a una población igual que ellos, que sin brújula, preparación y casi analfabeta sigue sufragando por ellos a cambio de limosnas, que los hace mayormente miserables. Los creadores de éste concepto, Marx y Engels, habían adoptado la palabra ideología ya en sus escritos juveniles; sin embargo, en su caso no se consideraba la conciencia meramente dependiente de los procesos corporales en los hombres singulares, sino de la estructura subyacente de la sociedad. Quizá se pueda tolerar que un ignorante de estos conocimientos actúe incongruentemente, pero quien lo hace a pesar de saber que el conocimiento es en la actualidad el motor principal de una sociedad, que lo debe de llevar a mejores planos, es un perverso. Hoy se obedece a los intereses económicos de los más fuertes, esos que por siempre han atesorado poder, riqueza, oportunidades y privilegios sin importar el desarrollo de los demás. Por ello no debe asombrar que sigamos observando a muchos que ayer se decían de izquierda, hoy sirviendo a los intereses del poder. Todo esto nos debe conducir a inculcar a las nuevas generaciones valores más contundentes, que hoy la mayoría de los políticos desconocen: verdad, congruencia, justicia, libertad, paz, respeto, honradez y honestidad. No hacerlo así, seguiría este descontrol social, que han originado pragmáticos malvados que han empobrecido a las mayorías en nuestro México lindo y querido ¡Estamos! alodi_13@nullhotmail.com