Por Ramón Durón Ruiz

Hay una historia que me encanta, y HOY parafraseo: “El médico llegó a Güémez a realizar su servicio social. Después de ubicarse en donde viviría, preguntó por la casa del Filósofo, inmediatamente le dieron señas de dónde encontrarlo, en seguida se dirigió en su búsqueda.
–– ¡Buenassssss!, ¿No hay gente?
–– ¡Pásele mijito!, –respondió el Filósofo, al verlo con bata blanca y el estetoscopio en el cuello intuyó que era el médico nuevo para la clínica– ensíllate dijo el campesino de allá mesmo, a la vez que le ofrecía un jarro con café de olla y un pan. –– ¿Qué andas haciendo por estos lares?
–– Vengo a hacer mi servicio social, pero después de echar un vistazo en tu casa de palma, veo que tienes una modesta cama, al lado un buró y una Biblia, una mesita con tres sillas viejas, un quemador como estufa, en el lavadero cuatro platos y escasos cuchillos y tenedores. ¿Dónde están tus muebles Filósofo?
–– Y ¿Ónde están los tuyos? –inquirió el Filósofo al recién llegado.
–– Yo sólo hago servicio social un año y me retiro… ¡Yo voy de paso!
–– En ésta vida –dijo el Filósofo– ¡Todos vamos de paso!”
La anterior historia viene como anillo al dedo porque sólo los hombres sabios entienden la temporalidad de la vida, en la que guiados por la luz de su Maestro Interior se reencontraron con su identidad y sólo ellos, saben ser más grandes que el dolor; y venciendo los fantasmas del pasado, confiando en su corazón saben cuándo es el momento de sentir que sus sueños se han realizado y cuando es el instante de decir adiós.
Cuando entendamos que todos vamos de paso, trabajaremos con amor incondicional para la trascendencia, dejaremos a un lado la crítica mal sana y la envidia, sólo estorban en el crecimiento de un alma grande; nos atreveremos a abrir el alma para dar las gracias por lo que HOY se tiene, porque con los errores y los éxitos nos hemos dado el permiso de vivir con intensidad nuestra propia vida, de ser nosotros mismos.
Los sabios interpretando el infinito lenguaje del universo, en donde se une lo terreno con lo divino, reconocen que van de paso, por eso los ángeles les han enseñado que el tiempo es un recurso no renovable, en el que se han dado la oportunidad de ser ellos mismos, no una copia de nadie, juegan con el tiempo a su favor, no lo malgastan; aman la vida y siempre encuentran el final perfecto, por eso hacen de su obra una tarea espectacular.
Cuando viajas con los ojos del espíritu abiertos, entiendes la temporalidad de la vida, no te das el lujo de derrochar tu tiempo, –que es la eternidad que se concentra en un instante, en tu corazón–, entonces cuidas minuto a minuto de tu existencia, entendiendo que al ir de paso, todo es relativo, porque muchas veces en una noche se concentra toda tu existencia.
Comento lo anterior porque el pasado 16 de abril, en el estadio Azteca, se despidió en un magno evento, con un concierto multitudinario, gratuito, organizado por Televisa, un ícono de la música popular, Vicente “Chente” Fernández.
“Chente” deja en el público muchas cosas, entre ellas una frase: “Mientras ustedes no dejen de aplaudir…yo no dejo de cantar”, nos deja también su calidad humana, su sencillez, su don de gente, y una voz excepcional con la que desde las 9:15 de la noche en un escenario montado a un lado del estadio Azteca, vistiendo un precioso traje de charro interpretó 56 canciones, con las que deleitó, cautivó, hizo reír, llorar y cantar a más de 80 mil espectadores.
El charro de Huentitán, Jalisco, de la mano de más de 70 músicos, interpretó en más de tres horas y media, canciones que lo arraigaron en el gusto popular, así finalizó una carrera –de 56 años de vida artística– ascendente, en la que al principio se le cerraban puertas y al final le sobraban oportunidades que lo enraizaron en el corazón del pueblo mexicano.
Hombres, artistas de la calidad humana de Vicente “Chente” Fernández, jamás se despiden…sólo dicen un hasta pronto.
El hasta pronto de “Chente” me recuerda “los cuatros principios básicos de un artista”:
1.- En la música, como en la vida… ¡la cosa, es o no es!;
2.- La cosa, como la vida es dura… ¡pero así es la cosa!;
3.- En la música, una cosas es una cosa y otra cosa… ¡es otra cosa!; y
4.- En la música como en la vida, las cosas duran… ¡HASTA QUE SE ACABAN!