Las hormigas cumplen un rol fundamental en los ecosistemas, pero cuando invaden otros ajenos representan un peligro para el medio ambiente y la salud humana, un fenómeno en aumento al que están contribuyendo los flujos comerciales.
El resultado es que cientos de hormigas invasoras se están moviendo por todo el planeta hasta llegar a zonas donde no se las esperaba, como en Hawai y otras islas del Pacífico.
En Australia, por ejemplo, la alarma saltó con la picadura a una persona, lo que después ha sido motivo de hospitalización en diversos casos, explicó a Efe el responsable gubernamental para la protección de las plantas, Kim Ritman.
El caso australiano fue abordado en una reciente charla sobre medidas fitosanitarias frente a las plagas que transmiten esos insectos en la sede de la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en Roma.
Ritman detalló que, a través del transporte de mercancías, esas especies han entrado principalmente en zonas tropicales del norte del país y de sus alrededores, aprovechando que están acostumbradas a ese tipo de temperaturas cálidas.
El combate a las plagas, que ya ha costado cientos de millones de dólares en el país, empieza por revisar y mantener limpios los contenedores de mercancías que llegan a suelo australiano por aire o mar.
“Usamos perros para el control de las hormigas y vemos su perfil genético para saber si son nuevas o llegan de otras partes de Australia”, afirmó el representante.
Cuando se detecta que son invasoras, se procede a matar a las hormigas reina con veneno para acabar con las colonias por entero, aunque -agregó- eso no es fácil y “toma su tiempo”.
El especialista del Consejo de Investigación Científica e Industrial del Estado (CSIRO) Ben Hoffmann resaltó en la reunión de Roma que las hormigas exóticas causan efectos indirectos en la agricultura promoviendo las pestes que afectan cultivos, si bien hasta el momento no se suelen tener en cuenta los daños económicos para el sector.
La principal preocupación tiene que ver con el medio ambiente y, para ilustrarlo, mostró unas imágenes de la Isla de Navidad, en el océano Índico, que evidenciaban cómo las hormigas no nativas transformaron el hábitat en una selva y “pusieron en peligro de extinción a muchas especies”.
Entre las más agresivas, el entomólogo citó a las “hormigas de fuego”, originarias de Sudamérica y que han llegado hasta China o Estados Unidos, y las “argentinas”, presentes en España, Portugal, Italia y Francia, entre otros tantos países.
Según un estudio difundido en The Royal Society, el número de hormigas introducidas o establecidas en nuevas regiones podría ser mucho mayor de lo documentado hasta la fecha, ya que tienden a moverse entre zonas vecinas con un comercio creciente entre ellas y con un clima parecido.
Además, su tolerancia a los ambientes tropicales hace que se puedan adaptar mejor al cambio climático.
A pesar del riesgo que entrañan las especies exóticas, Hoffmann recordó que las hormigas en general son consideradas como “indicadores adecuados de calidad ambiental”.
Como grupo dominante en muchos ecosistemas, cumplen una variedad de funciones ecológicas como, por ejemplo, tomar partes de las plantas, depredar pequeños invertebrados y polinizar cultivos.
También pueden proteger las plantas de otras pestes, contribuyen a nutrir el suelo y son fuente de alimento para otros seres vivos.
Por eso hay que andarse con ojo para acabar con las pestes sin dañar el medio ambiente.
Aunque se están desarrollando biotecnologías para conservar las plantas, en la erradicación de plagas a menudo se utilizan químicos tóxicos que -por extensión- pueden ocasionar otros problemas y llegar a matar especies de vital importancia, como las abejas.
Para evitarlo, el experto del CSIRO llamó a extremar la precaución en el uso de pesticidas y llevar a cabo un registro completo de esos productos.