Miles de jóvenes acudieron a presentar su examen de ingreso a la Universidad Veracruzana entre nervios, risas y errores.
Algunos con la credencial olvidada por lo que no pudieron ingresar, otros papás nerviosos que daban la bendición y algunos más que olvidaban hasta el lápiz esperaban desde temprano.
Aunque el ingreso era a las 9, los jóvenes llegaron desde las 6 o 7 de la mañana para estar listos cuando abrieran las puertas.
Promotores de universidades privadas revoloteaban alrededor de los aspirantes, esperando ver al primer caído que pudieran atraer con sus atractivas promociones y becas.
Los vendedores de útiles escolares también estaban en el lugar, la distracción de más de uno fue su negocio, pues muchos olvidaron desde un simple lápiz hasta una calculadora.
Uno a uno llenos de esperanzas entraron por las puertas de la máxima casa de estudios del estado, recibían indicaciones de los asesores de logística, y rápidamente casi sin despedirse de sus padres, corrían
hacia sus salones.
Otros debieron resignarse, ante el olvido de la credencial o de algún documento, el ingreso fue imposible, algunos de ellos llamaban por teléfono con la esperanza de que la identificación llegara desde algún lugar lejano.