Viendo la imagen captada por el telescopio espacial Hubble de la colisión entre una galaxia en espiral y una reticular, me viene a la mente que todo lo que hemos visto en las películas de ciencia ficción sobre viajes espaciales, ha tenido una pequeña falla. No considerar que el universo se expande. Como se expande, la ubicación de los sistemas planetarios cuando se considera que están en galaxias diferentes varía en cada segundo, no sólo por la continua expansión natural después del big bang, en el que explotó de la nada nuestro universo, y que debido a que explotó en la nada del espacio, no hay nada que detenga esas partículas que explotaron y viajaron en una circunferencia alrededor del punto de nacimiento del universo. Sólo las naturales interacciones entre partículas, planetas, galaxias, agujeros negros, estrellas, etc. Y sobre todo el misterio de ese gran atractor que jala a un cierto grupo de galaxias en una dirección en particular, debido a su gravedad. Pero, también me ocupa el hecho de que dentro de una misma galaxia hay más orden, y la mayoría de los escritores de ciencia ficción sólo se han atrevido a imaginar viajes dentro de nuestra propia galaxia, lo cual sería más fácil, ya que hay cierto orden en nuestra amada vía láctea, y sería más fácil conociendo las leyes de la mecánica estelar, ubicar cualquier sistema solar entre los cuatrocientos mil millones de estrellas que se calcula la componen.
Al ser humano cada vez le queda menos tiempo, para encontrar algún medio de viajar entre estrellas, es decir, realizar un viaje interestelar, en el rango de una vida humana, pues las condiciones en nuestro planeta son cada día más precarias. Yo considero a la tierra como una enorme nave espacial, que tiene un sistema de vida autosustentable, pero que los humanos a raíz de la revolución industrial estamos trastocando, a tal grado que somos capaces de lograr la propia extinción de la raza humana, debido a la lucha por los recursos naturales que cada día son más escasos, aún a escala planetaria. El escandio, el lantano, el praseodimio, el prometio, el samario, el europio, el gadolinio, el terbio, el disprosio, el holmio, el erbio, el tulio, el iterbio y el lutecio, son prueba de que la tierra no es fuente inagotable de elementos químicos. La escases de agua potable, y el crecimiento sin límite de la población pronto pondrán a prueba la capacidad de supervivencia de la raza humana. Catástrofe que en mucho se deberá a la defensa de la vida que realizan muchas religiones, sin tomar en cuenta que los recursos son limitados, y que hasta la reproducción deberá en un futuro ser regulada, para evitar un crecimiento desmedido de la población.
Mientras muchos seres humanos tan sólo se preocupan por lo que pasará el día de mañana, la humanidad como un todo, debe de mirar más allá de nuestras mezquinas ambiciones locales. Pero a muy pocos les importa. El calentamiento global puede tener efectos desastrosos en millones de seres humanos, aunque beneficie a algunos sectores, como las petroleras que se relamen los bigotes ante la posibilidad de extraer crudo de los yacimientos del polo norte, cuyos hielos pronto desaparecerán completamente. El planeta tiene problemas a nivel global y en muchos países como México no tenemos la mínima idea al respecto. Y por ello, no hacemos absolutamente nada para remediarlos. La contaminación de ríos y mares es un crimen contra nuestros propios descendientes, pero a pesar de ello, preferimos tirar los drenajes al río, antes que construir o cuidar y utilizar las plantas de procesamiento de aguas negras. Preferimos tirar venenos como metales pesados y sosa caustica (por poner sólo un ejemplo) que matan la vida a lo largo muchos kilómetros de cauce en lugar de obligar a las empresas a arrojar desechos limpios, aunque les cueste dinero el procesarlos, para poder aprovechar el agua de esos ríos, hoy contaminados, tanto para consumo humano, como para su aprovechamiento en la agricultura.
Esa falta de conciencia de que somos una especie, la humana, y que debemos procurar el bienestar de todos los seres humanos es algo terrible. La ignorancia por un lado, los fanatismos por el otro, y lo que algunos consideran como razones para sentirse superiores a los demás, convierten a la raza humana en el peor enemigo de la propia raza humana. Hoy no sé a que temerle más, si a un fanático religioso (como los de el Daesh), o a un fanático que considera que tiene derecho a apropiarse de los bienes de los demás mediante la fuerza, ya sea de su grupo (como los delincuentes), de la del estado (como los políticos) o la de su país (como los países imperialistas). Que fácil sería para Estados Unidos apoyar con un mini plan Marshall a Centroamérica y con eso evitar la migración hacia su propio país. Les saldría más barato y se quitarían de muchos problemas. Lo mismo aplica para Europa con los países del África subsahariana, o para occidente con los refugiados de todo medio oriente o los países del Este. Sería muy fácil ayudar a desarrollar esas poblaciones hoy paupérrimas en medio de tanto recurso natural. Pero prefieren la explotación y el abuso, para luego quejarse de los migrantes que buscan vivir mejor que en sus propios países.
Las elecciones en Veracruz, en México o en Estados Unidos, no son tan importantes, como el desarrollo de una cultura de cuidado de los recursos naturales. La posibilidad de desarrollar mejores celdas fotovoltaicas, la misma promoción de su uso en los techos de las casas de México para producir electricidad. La promoción y subsidio de investigación y desarrollo para producir baterías de automóviles con mayor autonomía, y con un tiempo de recarga menor, hoy resulta imprescindible para el valle de México, y sin embargo, hasta hoy a nadie se le ocurre. Cuando mucho se propone importar vehículos híbridos y eléctricos, como si México no pudiera desarrollar nada por si mismo. Como si México obligatoriamente debiera estar condenado a ser consumidor de la investigación y desarrollo de tecnología de otros países. Condenando al país a vivir siempre dependiente del exterior, incluso hasta para comer, pues ni en eso somos autosuficientes. Pero a los mexicanos nos preocupan otras cosas. Tuvimos 15 años para enfrentar el tratado de libre comercio en azúcar, y ningún cañero se previno. No hay investigación y desarrollo de semillas mejoradas en el país. Las que tenemos las compramos a Israel, o a empresas trasnacionales como Monsanto. Somos un país que exporta trabajos y genera hambre entre su propia población, pero… eso a nadie le importa.
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