Desde hace cuatro meses de manera insistente el gobernador priista de Guerrero, Héctor Astudillo Flores, ha planteado la conveniencia de legalizar la producción de la amapola, de la que se derivan la heroína y la morfina, para usos médicos. Lo han hecho también diputados y senadores de ese estado. Su propuesta me parece acertada y es el camino que el país debe seguir.

El pasado marzo diputados locales del partido Movimiento Ciudadano (MC) de Guerrero presentaron una iniciativa de ley, para legalizar-regular la producción de la amapola y el uso de la goma de opio. El gobernador y los diputados coinciden en señalar que el modelo prohibicionista y punitivo para enfrentar la lucha contra las drogas fracasó.

Coinciden también en la necesidad de arrebatar al crimen organizado el control de la producción y comercialización ilegal. Eso les quitaría millonarios recursos con los que ahora se financian y expanden su negocio y la violencia. Están también de acuerdo en que la legalización-regulación liberaría a las familias campesinas de la tutela del crimen organizado y les permitiría hacerse con recursos de una actividad legal.

Gobernador y diputados plantean que la legalización-regulación reduciría la violencia y el enfrentamiento entre los grupos criminales. En el estado el cultivo de la amapola inició hace poco más de dos décadas. Las estadísticas no son sólidas, pero estudiosos sostienen que la actividad está presente en 1,280 comunidades e implica a más de 50,000 personas.

El obispo de la diócesis de Chilpancingo-Chilapa, Salvador Rangel Mendoza, aprueba la propuesta, por las mismas razones que el gobernador y los diputados. El prelado reitera que es una manera de reducir la violencia. Argumenta que si desde hace años ya está legalizada en otros países, por qué no hacerlo en México.

Es evidente que el paradigma prohibicionista y punitivo para enfrentar la problemática de las drogas ya fracasó. Son cada vez menos los políticos, académicos y dirigentes de la sociedad civil que lo defienden y cada vez más los que están en contra del mismo. El gobierno de México, a través del presidente Peña Nieto, ya se pronunció sobre la necesidad de modificarlo.

La legalización-regulación del cultivo de la amapola no va a cambiar de un día para otro la situación en Guerrero. Se requiere una discusión amplia y profunda sobre la propuesta. El gobierno y la sociedad no pueden permanecer indiferentes y seguir implementando políticas públicas que producen lo contrario de lo que prometen. Es el caso del paradigma punitivo y prohibicionista.

Pienso, no soy el único, que la solución a la problemática de las drogas pasa necesariamente por la legalización-regulación del ciclo completo, de la producción al consumo. En el caso de Guerrero, hacerlo con la amapola médica abriría un nuevo espacio. Se empezaría a salir del círculo perverso en el que se ha estado por décadas. Lo único que no debe hacerse, violenta la ética pública, es seguir haciendo lo mismo. Aplaudo la iniciativa del gobernador y los diputados