El Everest está salpicado de cadáveres. Casi 300 personas han muerto en el Everest en el siglo transcurrido desde que los montañistas han buscado alcanzar su cima.
Al menos 100, quizás 200, siguen en la montaña, la mayoría ocultos en grietas profundas o cubiertos por nieve y hielo, pero algunos son visibles para quienes pasan cerca.
Los cuerpos se han vuelto hitos, con todo y sus botas pesadas de alpinismo y parkas cuyos colores se han desvanecido con el tiempo.
Los cadáveres más famosos tienen apodos -«Botas verdes», «Bella Durmiente», «El Alemán»- convirtiéndose en advertencias de los peligros en el ascenso de la montaña de 8 mil 850 metros.
Ningún alpinista aspira a convertirse en un cadáver con apodo. Ninguna familia doliente quiere que su ser querido se vuelva un chiste, pero en uno de los lugares más implacables de la Tierra, donde la falta de oxígeno, las temperaturas gélidas y vientos fuertes significan que cada esfuerzo parece imposible, rescatar los cadáveres no es algo simple.
Así que cuando cuatro personas murieron en las alturas del Everest en días recientes —y con una quinta desaparecida y muy probablemente muerta— equipos y familiares en todo el mundo tuvieron que enfrentar la interrogante de si los cadáveres serán traídos de vuelta.
Para los familiares de los muertos en el Everest, el esfuerzo vale la pena», dijo Ben Jones, un guía de Jackson, Wyoming, que hizo su tercer ascenso exitoso este año. Pero no es simple.
Es extremamente difícil y extremamente peligroso», dijo Arnold Coster, líder de expedición de la empresa Seven Summit Treks, que perdió dos alpinistas este año en el Everest y que pasó días para traerlos desde la montaña.
El terreno es empinado y las condiciones del tiempo son malas. Ha estado nevando y ha habido mucho viento en los últimos días», dijo el jueves, mientras un equipo de sherpas trataba de llevar el cuerpo de una alpinista, Mary Strydom, lo suficientemente abajo para que fuera recogido por un helicóptero.
Unos 10 sherpas pueden tomar más de tres días para llevar un cuerpo del Collado Sur, a unos 8 mil metros de altura, al Campamento 2, una sección rocosa llana a 6 mil 400 metros de altura donde los helicópteros pueden aterrizar. Es un proceso doloroso y agotador, con los cadáveres, usualmente transportados en bolsas de dormir, mucho más pesados a causa del hielo que absorben.
Dados los riesgos de pasar tanto tiempo en grandes altitudes, muchos equipos de montañistas deciden no bajar a sus muertos, a veces colocándoles en grietas o cubriéndoles con rocas para que nadie los mire.
El cuerpo de George Mallory, el montañista inglés que desapareció en el Everest en 1924, no fue hallado hasta 1999.
Coster dijo que el cadáver de Strydom estaba junto a una ruta principal de ascenso, en un área donde era claramente visible y que la familia quería que lo regresaran. Dijo que discutió la situación, primero con un equipo de sherpas, evaluando los peligros potenciales, antes de decidir que podían descender a salvo con el cadáver.
Coster dijo que Strydom era una buena montañista que se había debilitado al acercarse a la cumbre. Strydom se dio la vuelta más tarde, pero se desplomó y murió. Tras ser bajado de la montaña, el cadáver fue transportado por aire a Katmandú el viernes.
A veces, la montaña devuelve los cadáveres, con cambios en los glaciares y el derretimiento de nieve, revelando cuerpos desaparecidos durante décadas.
Los restos de un guía sherpa que había caído en una grieta en 2005 emergieron cerca del Campo Base en 2013.