Por supuesto, usted no encontrará la palabra en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM, por sus siglas en inglés), pero igualmente reconocerá de lo que hablamos: no se trata de tenerle miedo a la gente considerada “gorda”, sino de despreciarla, de señalarla y juzgarla.
Esta semana, un post de la catalana Clara Polo se volvió viral. Éste, acompañado de fotografías de ella en blusa blanca y short negro, relata cómo un coche se acerca bruscamente a ella, provocándole miedo. Pero éste se transforma en frustración cuando el copiloto se asoma y empieza a gritarle comentarios ofensivos respecto a su físico y a sus piernas: “En concreto, me atacaba por el tamaño de mi físico y por lo que he podido entender de los pocos segundos que he podido escucharlo (…) consideraba inaceptable que me creyera en posición de llevar unos pantalones que exhibieran mis ‘ofensivas a su vista’ piernas”.
Clara Polo no continúa su post lamentándose, sino invitando a quien lea a amar su cuerpo, sin importar tamaños o formas que no se adopten a los cánones establecidos de lo “bello”. El mensaje es positivo y transmite paz, pero son las respuestas las que hacen sentir el odio, como aquel copiloto que en primer lugar la insultó.
La “salud” es la palabra favorita de los lectores que responden al post: “Oye, que sí, que qué bueno que te ames como eres, pero deberías bajar de peso, no por estética, por salud”. De la nada, salen “doctores” y “nutriólogos” que le indican a Clara qué clase de alimentos seguramente consume para acumular grasa en las piernas y cadera y qué hacer para perderla… ¡pero por salud, claro! No faltan los “profesores” de educación física que la regañan por no hacer suficiente ejercicio y “exhibir” su “dejadez” … ¡pero por salud, claro!
No es raro que la gordofobia se apoye en el discurso médico. Después de todo, “delgado” se asocia no sólo a “bello”, sino también a “salud”. “Delgado” se traduce a comidas balanceadas y ejercicio regular, el ideal de nuestra vida moderna; mientras que “gordo” nos transmite la idea de malos hábitos alimentarios, de pereza, de apatía por “no querer mejorar”… Y todo ello deviene en que a menudo la gente se sienta con el derecho a señalar al sujeto gordo no sólo como un cuerpo anómalo, sino también culpable, victimario de sí mismo, despreciable e indigno de sentir amor o gusto por sí mismo. La gente se erige a sí misma policía del físico argumentando “es por tu salud” cuando la verdad es que ver un cuerpo que se salta, aunque sea por poquito, el canon de belleza ideal, provoca que le salten todas las alarmas.
Clara Polo es una joven catalana que me dio la impresión de ser consciente y crítica, en continuo trabajo de amor y paz consigo misma. ¿Por qué no aplaudir su mensaje y dejar que sea ella quien se ocupe de su cuerpo y su salud, si es que así lo requiriese?
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