Me estremeció la muerte por demás inesperada del ‘más grande’, probablemente la figura deportiva más icónica del siglo XX. Muhammad Ali, que nació hace 74 años en Louisville, Kentucky, como Cassius Marcellus Clay fue el deportista más fotografiado y del cual se escribieron cientos de miles de notas y reportajes periodísticos en el último tercio del siglo pasado, ríos de tinta y muchas horas de transmisiones televisivas. Yo lo recuerdo en infinidad de revistas como Life, Time, Sports Ilustrated, en periódicos de todo el mundo, siempre dando de qué hablar tanto por su carrera deportiva dentro del cuadrilátero, como por sus posiciones políticas en defensa de los derechos civiles, por su elocuencia al hablar, por su verborrea, por ser un histrión natural que sabía manejar públicos, cámaras, entrevistadores y, en fin, era una presencia muy poderosa, carismática, coronada por una inmensa humanidad de casi dos metros de altura y alrededor de 120 kilos. Recuerdo muy bien que cuando boxeaba Muhammad Alí allá por los años 70 el mundo se paralizaba para verlo boxear, ya fuera ante Joe Frazier, Ringo Bonavena, Georges Foreman e incluso, en una pelea que nunca supe cómo la recrearon, ante el mismísimo Rocky Marciano, es más, ahora que recuerdo yo lo vi boxear con Superman. No estoy tan seguro de que Muhammad Ali haya sido el más importante deportista del siglo pasado, pero sí estoy seguro que está entre los diez mejores: Edson Arantes Do Nascimento, Willie Mays, Babe Ruth, Mark Spitz, Hank Aaron, Pete Rose, Armando Maradona, Johan Cruyff, Michael Jordan y Muhammad Ali, como quiera, fue una figura muy querida y admirada en todo el mundo, lo vamos a extrañar por todo lo que representó el ‘más grande’ que fue más que un boxeador. Lo escribe Marco Aurelio González Gama, directivo de este Portal.