Aunque la saga terminó hace ya varios ayeres, así como la serie fílmica, el mundo de Harry Potter nunca murió. Primero, gracias a los millones de “Potterheads” que la mantuvieron con vida a través de discusiones, relecturas y reescritura. Después vino Pottermore, la web oficial de la saga que nos permitía no sólo revivirla, sino acceder a contenidos exclusivos que develaban detalles no explorados en los libros. Luego llegó el parque temático en Florida y, este año, los próximos estrenos de la nueva película basada en el universo mágico que JK Rowling inventó, “Animales fantásticos y dónde encontrarlos”, y de la obra de teatro que, aunque no escrita por nuestra aclamada autora, sí tuvo su guía y bendición para ser considerada “el octavo libro de Harry Potter”.
Así que este año pintaba de maravilla para los “Potterheads” más melancólicos… hasta que se anunció al elenco de la obra de teatro. La razón, sencilla: Hermione Granger, la inseparable amiga del “niño que vivió”, será representada por una actriz de origen africano: Noma Dumezweni. ¡Una mujer negra! Para muchos fans, aquello resultaba una ofensa por dos razones: no es que fueran racistas, sino que la industria del cine nos ha acostumbrado a los occidentalmente hermosos rasgos de Emma Watson y en los libros, si bien no se especificaba el color de piel de Hermione, sí se daban ciertas pistas que nos permitían imaginarla como una chica blanca…
Pasando por alto el hecho de que los fans más indignados no parecen conocer que el teatro es un arte independiente que no exige el hiperrealismo del cine y que responde a la visión específica de un director, así como que en varias ocasiones actores negros han interpretado a personajes blancos sin reclamo alguno del público, pasemos a lo que hace días leí en la página web nipol.com.mx bajo el título “Hermione Granger y el misterio de por qué todos olvidaron el mensaje de los libros”.
Harry Potter puede ser considerada una historia para niños, pero sus mensajes van más allá de lo llamado “infantil”. En primer lugar, se desarrolla en un contexto sociopolítico que puede ser fácilmente polarizado a nuestro mundo real: unos, en razón de su origen económico y familiar, se sienten con derechos superiores a los de otros cuyos parentescos y naturaleza no les proveen de una misma dignidad y valía. Los primeros son unos pocos magos de “sangre limpia”, que presumen de no tener relación con personas no mágicas. Los segundos son la mayoría: las personas no mágicas, llamadas muggles; los magos hijos de muggles, llamados “sangre sucia”; los mestizos, hijos de magos de “sangre limpia” y muggles; los hijos de magos sin poderes mágicos, y las criaturas mágicas no humanas, pero con capacidad de raciocinio.
En este contexto, Hermione Granger se destaca por ser “hija de muggles, pero la mejor de la clase”. No sólo es estudiosa y aplicada, sino también hábil de pensamiento, valiente, leal, íntegra y coherente con sus principios. Desde sus 14 años, Hermione empieza a levantar su voz para defender a unas criaturas en situación de esclavitud: los elfos domésticos. Para ello crea una asociación civil cuyo fin es concienciar tanto a los elfos como a sus amos. Y si bien tiene poco éxito, su interés por las criaturas mágicas desfavorecidas y discriminadas es crucial para su futuro desarrollo profesional y para el inicio de su relación amorosa con Ron Weasley, el mejor amigo de Harry.
A lo largo de la saga, la apariencia de Hermione es lo de menos. Sus momentos de vanidad son escasos, tres en específico: un baile, una boda y la reducción de sus dientes frontales. El color de su piel es irrelevante. En cambio, su situación como persona en desventaja social, superada por sus habilidades, ideales y decisiones, es lo que la hace no sólo resaltable, sino también admirable.
Por ello, no deja de ser curioso que haya fans indignados por la futura interpretación de Noma Dumezweni. Su rabia parece demostrar que no sólo no entendieron u olvidaron el mensaje de “Harry Potter”, sino que poco captaron el de Hermione: si bien en el mundo mágico su supuesta desventaja es la de su sangre, en el nuestro bien podría ser su color de piel. Pero recordemos algo: la lectura por sí misma no es crítica ni tampoco por fuerza invita al ejercicio de nuevas prácticas de tolerancia o inclusión. Lamentablemente, pocos se toman el tiempo de detener sus lecturas y preguntarse: “¿qué haría yo en esa situación? ¿Cómo reaccionaría? ¿En mi cotidianidad he visto o sabido de acciones parecidas? ¿Son moralmente correctas?”. Y por ello, hemos llegado a un punto de increíble ironía: incapaces de adaptar el mensaje a su vida diaria, hay quienes desprecian a una actriz por su “raza”, cuando ésta interpreta a una mujer a la que admiramos por destacar a pesar del desprecio que genera su “raza”.
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