Ha caído el telón del primer acto de esta obra dramática que nada tiene de comedia, ni siquiera como el remedo de un acontecer cotidiano, domestico, veracruzano, que se asemejara, con todas sus salvedades y peculiaridades, a la manera de la Comedia Humana que escribió Honorato de Balzac a mediados del siglo XIX en la Francia pre revolucionaria. ¡No! el que acaban de vivir los veracruzanos es un drama verdadero.
El escenario político se fue gestando bajo signos cada vez más ominosos, cargados de presagios. Los antecedentes estuvieron preñados de lances que avisaban de un proceso electoral diferente y así fue. Las campañas cruentas, salpicadas de insultos directos entre los contendientes, llenas de invectivas, advertían que se estaba frente a un fenómeno político desconocido en Veracruz.
Imposible relatar en un pequeño espacio las incidencias del fenómeno. La irritación de una sociedad inconforme y cargada de ira contenida, esperó la oportunidad ofrecida por las votaciones, que le dieran la ocasión de manifestar su descontento por medio de la democracia, conceptuada como “…el sistema político del Estado, que defiende la soberanía del pueblo y su derecho a elegir y controlar a sus gobernantes”, por medio del sufragio. Y así se manifestó. La mayoría expresó su sentimiento, “Los Sentimientos de Veracruz”.
El pueblo veracruzano, entiéndase, no votó por el mejor candidato sino contra un partido representante y cómplice de todo aquello que lo ha lastimado. Que lo ha disminuido. Que le ha fallado. Fue la exteriorización que la ley le otorga para declarar su rechazo a la situación prevaleciente. Es inocultable que existe un efervescente enojo social.
Caído el telón del primer acto, debe levantarse el del siguiente, el de la verdadera verdad. El pueblo veracruzano no quiere mas pleitos ni venganzas; si es cierto quiere justicia, Justicia con mayúscula, no desquites pasionales, pero sobre todo quieren los veracruzanos honestidad y trabajo productivo, como muchas veces aquí se dijo; creación de riqueza, no episodios estériles de cobro de cuentas personales de odio acumulado. La sociedad quiere serenidad, seriedad, madurez en el ejercicio del poder, que la administración pública se re encause; que el nuevo gobierno entienda que tiene una gran deuda, que le impone el triunfo electoral para beneficio de sus gobernados. No para vender fuerza política para algún partido o candidato rumbo a la Presidencia de la República.
La tarea que queda al próximo gobierno no es sencilla, la economía, las finanzas, la inseguridad, la corrupción y la impunidad no ofrecen muchas libertades. Los graves asuntos pendientes no darán tregua, no se puede perder fuerza en revanchas. Tampoco se debe dejar, como se prometió en campaña, sin castigar penalmente a quien lo merezca. Debe haber justicia. Pero no debe desatenderse el ejercicio de un gobierno probo y comprometido, por la enorme deuda social, que exige el desempeño correcto a que tiene derecho el pueblo de Veracruz.
El 1° de diciembre de 2016, dentro de poco más de cinco meses, correrá el reloj consumiendo los 24 meses del fugaz periodo gubernamental; la inexorable cuenta regresiva que limita el tiempo del mandato. Casi de inmediato, los primeros meses de 2017, en medio de todos los problemas heredados que no admiten dilación, el estado se conmoverá con las elecciones para renovar el poder municipal de los 212 ayuntamientos. La geopolítica ha cambiado en Veracruz, nuevas corrientes actuarán en los municipios, la lucha será a fondo y sacudirá al estado, se puede aventurar que no será fácil. Las pasiones municipales históricamente han sido intensas y dejan heridas.
Luego, a principios de 2018 la efervescencia por la sucesión presidencial estará en su apogeo, habrá que agregarle la sucesión de gobernador, de Miguel Ángel Yunes, de los bienales diputados locales y por supuesto de diputados federales y senadores. Como es fácil darse cuenta, no solo es el desempeño normal de la función de administrar el gobierno, sino afrontar el innegable sacudimiento que en la sociedad veracruzana tendrá el fenómeno de las múltiples elecciones y la renovación insoslayable del paisaje humano en Veracruz y en todo Mexico.
Se impone la conciencia profunda del deber social, no la vanagloria de un triunfalismo hueco sino el peso de un triunfo político que es deuda y obliga. No esta la época para fiestas ni lanzamiento eufórico de cohetes, sino para hacer cuenta de que hay mucho que hacer, ahora si, como imperativo vital, “juntos pueblo y gobierno” como se decía retóricamente el siglo pasado en los engañosos discursos oficiales. Veracruz no está para jolgorios ni falsas celebraciones, hay mucho que trabajar.