Las encuestas revelan que la ciudadanía desconfía de la política, de los partidos y de los políticos. Que también descalifican las campañas electorales y las elecciones. A pesar de que el pasado 5 de junio, se presentó a las urnas y votó. Optó entre diversos candidatos y con su decisión cambió la geografía política del país. ¿No es una acción contradictoria? ¿Cómo explicarla?

Es cierto que la ciudadanía está harta de la política y de los políticos, pero es consciente de que los cambios que quiere, que demanda, no pueden venir de la abstención, de no ejercer su derecho de sufragar, y mucho menos de las posibilidades de la violencia a la que descalifica y condena. En ese horizonte el instrumento del voto es un recurso fundamental, en el marco de la vida institucional, para manifestar su desacuerdo y descontento.

En la elección del pasado 5 de junio se hizo valer el voto de castigo. La decisión mayoritaria fue descalificar al partido del gobernante que piensa que tuvo actitudes negativas e hizo una mala gestión. Eso implicó no votar al candidato de ese partido y elegir a uno de otro. La lógica no fue la de elegir al mejor sino la de castigar al partido gobernante e impedir que continuara en el poder.

Los candidatos que ganaron deben, antes de asumir su responsabilidad, tener claro que ésa fue la lógica de los electores. La ciudadanía, cada vez más crítica, va a estar vigilante. Los nuevos gobernantes deben mostrar con su actitud y gestión que de verdad son distintos a sus antecesores o con ellas corroborar la percepción negativa que los ciudadanos tienen de los políticos y los partidos.

El pasado 5 de junio, la ciudadanía demostró con mucha claridad que ya aprendió a utilizar el voto como un instrumento para castigar y premiar. Ésa es una de las posibilidades “clásicas” del voto. En las democracias de todo el mundo es la más socorrida. El electorado la más de las veces no vota por el mejor candidato sino por lo que considera es el menos malo o lo menos malo.

Así, la ciudadanía no se contradice cuando expresa su desconfianza y rechazo a la política y los políticos, pero al mismo tiempo decide votar. Ésta asume de manera consciente que el voto es el mecanismo que tiene en la democracia, en la vía institucional, para impulsar el cambio. El rechazo evidente al PRI implica castigo y el voto a favor del PAN o de la alianza PAN-PRD no necesariamente es una acción afirmativa.

El resultado de las elecciones, del pasado junio, va a motivar al electorado a participar más en las contiendas del 2017 en el Estado de México, Coahuila y Nayarit, y también en la presidencial del 2018. La ciudadanía sabe ahora, más que antes o como nunca antes, que su voto de castigo cuenta. Y que al ejercerlo no sólo impide que los partidos repitan en el poder sino abre la posibilidad de que otros accedan a él. No vale el refrán de que “vale más malo conocido que bueno por conocer”.