Gran preocupación está generando entre los líderes mundiales la ola de violencia que se dejó venir en estos primeros años del Siglo XXI en todo el orbe, solo comparable con la que sufríó nuestro planeta durante todo el Siglo XX, con dos Guerras Mundiales y particularmente con la desatada de la mitad de los años 50s. hasta mediados de los 70s., cuando las protestas y disturbios estudiantiles se hicieron presentes en el 68 tanto en París como en México , y en USA se desbordó la rebeldía de una generación que no quería ver a su país mandando más jóvenes a morir a Vietnam, o al menos a sufrir heridas y mutilaciones en una guerra que no les inspiraba el más mínimo fervor patrio para luchar en ella, tan lejos de sus familias, amigos y sus novias o esposas. Pues, tan lejos que la percibían, núnca la sintieron suya
Época aquella, en la que muchos pueblos se rebelaron ante sus gobiernos, muchos de ellos, autoritarios, militares o dictatoriales, cuando por la vía del terrorismo, secuestro de aviones y actividad guerrillera, se libraban del “yugo” y “opresión”, tal fue el caso de Cuba, Nicaragua y Chile, Donde Augusto Pinochet depuso a un gobierno democrático, el de Salvador Allende, para instaurar una dictadura militar que por muchos años sometió a nuestros hermanos chilenos, fue la época del grupo terrorista “Septiembre negro”, del activismo de la OLP, de Yaser Arafat, de la masacre de deportistas inocentes en la olimpiada de Munich, Alemania y en México, del surgimiento de la “Liga Comunista 23 de septiembre”, de Lucio Cabañas y de Genaro Vázquez Rojas.
Todo lo anterior es comparable en algún sentido, al estado actual de las cosas, pues se ha desbordado la violencia de tal modo que, parece que la humanidad no aprende de sus errores y se está poniendo de moda nuevamente, ser guerrillero, vamos, ser rebeldes sin causa.
Los atentados terroristas de París y Bélgica, la destrucción de monumentos históricos por parte de los Yihadistas, los hombres bomba que hace unos días atentaron contra personas inocentes para inmolarse después en el aeropuerto de Estambul, en Turquía y el atentado en el Bar Gay de Orlando, Fla, donde murieron 50 personas, dan cuenta del estado de locura y de la escalada de violencia en que hemos caído y que no tiene para cuando parar. En nuestro país, el activismo magisterial en Michoacan, Guerrero, Oaxaca y Chiapas, se ha radicalizado, llegando a escenarios nunca antes vistos, provocando desabasto, destrucción de la economía y generando un estado de violencia inconcebible, cuando ha quedado demostrado que la mejor arma que tiene la sociedad para cambiar el status quo, es el ejercicio del sufragio, lo que hace injustificable el uso de la violencia.
En nuestro estado, los sucesos de esta semana en el Congreso del Estado, cuando un grupo de los 400 pueblos agredió a Miguel Ángel Yunes, a Ricardo Anaya y a Santiago Creel, no tiene justificación alguna en la supuesta provocación del Gobernador electo a la turba, pues era suficiente la manifestación y gritos de consignas contra ellos para dejar claro que ese grupo en particular considera tener afrentas sin resolver de parte de Miguel Ángel, pero la agresión física no tiene ninguna justificación.
Por ello, la prudencia y la tolerancia son valores que deben prevalecer, antes que cualquier hecho de violencia.
No dudo que Cesar del Ángel tenga cuentas pendientes que “cobrarle” a Miguel Ángel, pero como decía antes, ya llegará el momento de hacerlas efectivas en las urnas, pero el uso de métodos violentos, es muestra de impotencia para convencer a la sociedad de que los argumentos que esgrimimos son válidos y razonables. No es convirtiendo en mártires a los que agredimos como se ganan las batallas políticas, por el contrario, es el método más eficiente para autodenigrarnos ante la opinión pública que está harta de tanta violencia.