Es domingo por la mañana y después de un par de horas de desconexión, decido darle un vistazo a las redes sociales, a ver si me perdí de algo. Un par de minutos después ya encontré a un grupo de hombres indignados por no poder mostrarse orgullosos de ser “blancos” y heterosexuales, un link sobre las “clases de seducción” de Álvaro Reyes y el artículo, publicado en El Mundo, “Santas Ferminas y Paglia”, en el que el autor sugiere a las mujeres que toreen a los hombres, criaturas “sexualmente sumarias”.
“No hemos entendido nada”, pienso, mientras cierro todas las ventanas.
Heterosexual, seductor y “sexualmente sumario” hasta el punto de ser un peligro para las mujeres, es el hombre que las redes sociales me pintan con orgullo y que muchos otros toman como ejemplo y símbolo. Sin cuestionarse lo que supuestamente han de ser, parecer y hacer, cientos de hombres se plantan y justifican hechos y acciones que van desde lo absurdo hasta lo aborrecible.
Sin embargo, el miércoles pasado asistí a un esfuerzo por desterrar los viejos y dañinos valores de la masculinidad normalizada: la conferencia “Promoción de la equidad de género y construcción de nuevas masculinidades”, impartida por integrantes del Instituto costarricense WEM en la Sala de Cabildo del Ayuntamiento xalapeño. El grupo WEM tiene como propósito, entre otros, la reunión de hombres para reflexionar acerca de la tradicional masculinidad. Durante la conferencia, nos hablaron de cómo el machismo desconecta del mundo emocional, “de nosotros mismos y del de otras personas”, de lo que a menudo se derivan diversos problemas entre las parejas: hombres mostrando celos y rabia, cuando en realidad sienten miedo; o agresividad cuando por dentro hay un gran sentimiento de soledad…
Los integrantes del grupo WEM también nos recordaron que en realidad, hombres y mujeres salimos al mundo sin conocer por qué actuamos de diversas formas, según el género al que pertenecemos. El concepto de “performatividad”, de Judith Butler, aparece aquí para advertirnos que “yo no conozco el guión que estoy actuando, pero eso no me exime una vez que lo conozco, tengo que decidir si continúo con él”.
La conferencia fue amena y divertida, aunque invadida de vez en cuando por una punzada que quería decir “quien debería estar aquí no soy yo”, porque, a menos que mi ceguera haya aumentado sin darme cuenta, la mayoría de los asistentes fueron mujeres. ¿Acaso un síntoma de la indiferencia masculina o apenas una mera coincidencia? En el Facebook de WEM, observo que impartieron talleres durante su estadía en México, y la presencia masculina en las fotos parece ser alta. Entonces, argumentemos coincidencia.
Al término de la conferencia, no pude evitar recordar a aquellas personas que ante un movimiento feministas se plantan y con el ceño fruncido preguntan “¿y los hombres, qué?”. Ahora podemos responderles: Los hombres, cuando quieren, se reúnen entre ellos, por iniciativa de ellos, para reflexionar y construir nuevas formas de ser: masculinidades positivas. Mención especial se lleva, por lo mismo, el grupo xalapeño “Hombres Responsabilizándose de su Vida” (que en esfuerzo conjunto con el Instituto de Salud Pública de la Universidad Veracruzana y el Instituto Municipal de las Mujeres logró traer la conferencia a Xalapa), pues su nombre deja claro que para transformar su vida y su relación con otras personas, los hombres han de tomar las riendas.