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“Mi madre me lo decía, cuídate mucho Juanito de las malas compañías”, canta Joan Manuel Serrat en uno de sus temas más conocidos, tonada de un viejo amor donde el sarcasmo y la ironía ayudan a expresar el cariño sincero por esos amigos entrañables que nos acompañan en el camino de la vida.

Cuando las cosas se refieren a Donald Trump, no podríamos hablar de sentimientos honorables, empeñado como está el millonario y candidato republicano a la presidencia de los Estados Unidos a ser sin complejos la persona menos favorita del mundo para mucha gente.

El racismo, el clasismo, la opción por la parte oscura de una sociedad que ignora los derechos del prójimo y que considera sin pensarlo demasiado que su libertad y bienestar dependen de que muchos otros no sean libres ni estén bien, conforman el ideario de un ricachón metido a político  que, para horror de la mayoría bien pensante, tiene más de una chance para ocupar el sillón presidencial en el país vecino.

Hubo en tiempo en que los valores morales como la solidaridad y el respeto al prójimo no se discutían. Eso no quería decir, por supuesto, que se ejercían a grados extremos: racismo, discriminación, agresión al diferente, pintaron de negro la historia del mundo a lo largo del tiempo.

Sin embargo, en estos días confusos, donde explota una bomba allá y a mata a 300, un vendaval de inmigrantes allí se pierde entre los mares del olvido y la sangre, aquí asesinan a los que vienen del sur y son agredidos los que van al norte, ha cobrado nueva fuerza –como bien señala el pensador Noam Chomsky– la idea de que la salvación es individual o no será.

Se trata de un sistema donde se busca romper el concepto de la solidaridad. Donde “si conviertes a las personas en consumidores, te las quitas de encima” y en cuyo marco el otro siempre es el enemigo, nunca el prójimo.

“El objetivo es que la gente se odie entre sí, tenga miedo del prójimo y sólo vele por sí misma”, en esta “tierra de la desigualdad” que hoy nos toca habitar, explica Chomsky en su documental Requiem por el sueño americano.

Sobre esa idea-fuerza se encarama un personaje como Donald Trump, el que llega a hacer “leña del árbol caído”, como dice el refrán, para encender los ánimos de seres desesperados que buscan una solución equivocada a un problema cuyas causas ignoran o no comprenden.

No es difícil, en este contexto, rechazar de plano los análisis, comentarios y maniobras de un candidato que parece querer llevar su país a la Edad Media. No resulta nada meritorio, vamos a decirlo claramente, abominar a Trump, ejercer de acérrimo opositor a todo lo que él representa y pedirle al mismísimo San Juditas que no permita que el nombrado acceda al poder.

Allí están, para refrendar nuestras pasiones devotas, personajes que amamos, desde George Clooney a Jack Nicholson, desde Lena Dunham a Tom Hanks, Steven Spielberg, Morgan Freeman y Robert De Niro, entre muchísimas otras celebridades, apoyando a Hillary Clinton para la presidencia de los Estados Unidos, un hecho que a estas alturas resulta más que un acto de cordura, de llamado a la razón.

¿Y QUIÉNES ESTÁN EN EL OTRO BANDO?

Aun a riesgo de que esto pueda considerarse un debate entre buenos y malos –las cosas nunca son tan definitivas–, en el otro lado de la banqueta se erigen personajes que al estilo de Serrat podrían verse como “las malas compañías” de Donald Trump en su búsqueda del poder en los Estados Unidos.

Se trata de “celebridades” algunas de ellas poco célebres, desconocidas incluso, que trabajan en la industria de Hollywood sin ocupar realmente lugares predominantes, como si su apoyo al recalcitrante candidato republicano obrara como una especie de venganza contra ese negocio del entretenimiento que los ignora o los conserva en un oscuro segundo plano.

Charlie Sheen durante una celebración en el famoso Paseo de la Fama de Hollywood en 2012 en Los Ángeles, CA. Foto: Shutterstock.

Charlie Sheen durante una celebración en el famoso Paseo de la Fama de Hollywood en 2012 en Los Ángeles, CA. Foto: Shutterstock.

Entre todos se destaca el otrora excelso comediante Charlie Sheen, un hombre al que hemos visto malgastar su talento en las drogas y el alcohol, denunciado por violencia doméstica y quien en el pasado abril se vio otra vez envuelto en líos legales, al ser acusado por una ex pareja de haberle escondido su condición de portador del Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH).

Si se piensa que la ex estrella de Two and half men es hijo del activista anti-Vietnam y defensor de los indignados de Wall Street, presente en cuanta protesta social tenga lugar en los Estados Unidos, Martin Sheen, podría interpretarse “freudianamente” que las simpatías de Charlie por Donald no son más que el reflejo de una rebelión tardía contra el padre probo.

En todo caso, ¿qué le molestará más al actor de Apocalypse Now: que su hijo haya perdido el rumbo a causa de las adicciones o que se muestre tan abiertamente pro-Trump?

TOM BRADY Y LAS PELOTAS DESINFLADAS

Nadie duda que el mariscal de los Patriotas de Nueva Inglaterra es uno de los deportistas más amados en los Estados Unidos, un país que periódicamente refrenda su adhesión a lo que suele llamarse “la gran esperanza blanca”, concepto dudoso en una sociedad tan multirracial.

Sin embargo, Tom Brady no parece ser el muchacho impoluto que su estampa y sus triunfos deportivos han construido de cara a la galería. Por lo pronto, la NFL acaba de suspenderlo por cuatro partidos, a causa del tan resonante caso de las pelotas desinfladas.

No jugará, no cobrará salario y su honestidad es ahora cuestionada, mientras su equipo, los New England Patriots, ha sido sancionado con la pérdida de dos selecciones del draft, una en 2016 y otra 2017, y al pago de una multa de un millón de dólares.

Un informe de 243 páginas estableció que los Patriots desinflaron las pelotas empleadas en el partido que ganaron por 45-7 a Indianapolis Colts el 18 de enero. Como se sabe, una pelota con menos aire del reglamentado es más fácil de agarrar, sobre todo en condiciones meteorológicas adversas de lluvia y frío como las de aquel domingo en Foxborough.

El triunfo les dio el pase al Super Bowl, en el que conquistaron el título de campeones al vencer a los Seattle Seahawks. Y al parecer, Tom Brady lo sabía, estaba al tanto de la maniobra que los medios estadounidenses han bautizado como “Deflategate”.

Brady, simpatizante de Donald Trump, cree que el magnate es un hombre sacrificado. “pues además de ser un hombre de negocios y estrella de televisión, también dedica su tiempo a la política y creo que eso es bastante notable”, dijo el deportista en Instagram.

Tom Brady, quarterback de los Patriots de Nueva Inglaterra. Foto: AP

Tom Brady, quarterback de los Patriots de Nueva Inglaterra. Foto: AP

Nada ha dicho Brady del racismo que ejerce Trump contra los migrantes latinoamericanos que viven en los Estados Unidos, por caso su esposa, la modelo brasileña Gisele Bündchen. ¿La mandará a vivir al otro lado del muro que quiere construir el millonario neoyorquino?

HULK HOGAN: EN EL NOMBRE DEL HIJO

Aunque los padres no deben pagar las culpas de los hijos y viceversa, el pintoresco luchador Hulk Hogan la ha pasado muy mal en el pasado, cuando su niño Nick Bolea –que ya había tenido problemas con la justicia por manejar a altas velocidades- tuvo un grave accidente automovilístico en Clearwater Florida, que dejó inhabilitado de por vida a su copiloto.

Hogan, que también fue demandado por su esposa, quien lo acusó de adulterio y pretendió enviarlo a la cárcel, que a menudo ha sido señalado por su adicción a las drogas, es sobre todo un racista contumaz que cada vez que puede lanza diatribas contra “los putos negros”.

Hulk Hogan, cuyo verdadero nombre es Terry Bollea, reacciona mientras los abogados hablan con el juez en la corte. Foto: AP

Hulk Hogan, cuyo verdadero nombre es Terry Bollea, reacciona mientras los abogados hablan con el juez en la corte. Foto: AP

Así, no es de extrañar que muchos admiradores de la lucha y de su persona estén ahora –como sucede con el otrora adorado Bill Cosby- más interesados en otros héroes, mientras él, por supuesto, expande por doquier su amor a Donald Trump.

MIKE TYSON, EL MITO DESTRUIDO

“Mi vida ha sido un chiste”, escribió el ex campeón mundial de los pesos pesados Mike Tyson en su polémica autobiografía Undisputed Truth, donde cuenta cómo cayó en la bancarrota a pesar de haber ganado 300 millones de dólares durante su exitosa carrera deportiva.

Una vorágine autodestructiva de alcohol y drogas hizo un infierno la vida del púgil, quien ahora busca redención con un espectáculo mundial (La verdad indiscutible) donde cuenta las causas y los azares de su existencia.

Nada más triste y cuestionable, sin embargo, el delito de violación en contra de una estudiante de 18 años de Roche Island que participaba en un concurso para elegir a Miss América Negra y que llevó al boxeador a la cárcel.

Es cierto también que nuevos testimonios que no fueron incorporados en el juicio hacen pensar que Tyson fue en realidad una víctima de una maniobra destinada a sacarle dinero, algo que al parecer hicieron todas las mujeres con las que supo relacionarse en sus tiempos de gloria.

Tyson, que sólo estuvo tres años contra las rejas, es ahora un defensor de Donald Trump: “Él debería ser el presidente de los Estados Unidos. Probemos algo nuevo. Que los Estados Unidos sea dirigido por un hombre de negocios, no importa el color ni la raza”, dijo Mike a The Huffington Post.

LOS REPUBLICANOS DE HUESO COLORADO

Hay otro tipo de personalidades que pugna por el triunfo presidencial del hombre del raro peinado y no se trata en este caso de celebridades de quinto orden, sino de verdaderos baluartes de Hollywood, como el aclamado actor y director Clint Eastwood.

Autor entre otras películas entrañables de Bird, sobre la vida de Charlie Parker, no podría ser acusado de racista –aunque como se sabe Spike Lee no opina igual y por el contrario considera que el entrañable Harry El Sucio minimizó el papel de los soldados negros en los filmes Flags of our Fathers y  Letters from Iwo Jima– y en todo caso su apoyo a Trump tiene más que ver con su conocida y añeja militancia republicana.

Eastwood, un hombre conservador siempre involucrado en política, ha sido muchas veces visto como un candidato potencial a la presidencia de los Estados Unidos y de hecho en 2015 se llevó a cabo una de esas encuestas a las que son tan afectos los habitantes del país vecino y que determinó que el cineasta ganaría a Trump en una presunta carrera por la presidencia.

La muestra consistió en 2 mil 39 adultos a quienes se les preguntó si el ganador del Oscar obtendría su voto. El 72 por ciento eligió a Eastwood cuando sólo el 28 por ciento seleccionó a Trump.

Por ahora, el veterano Clint sólo se limita a apoyar a su candidato real, a quien acompañó en algunas giras por el interior estadounidense.

Entre los admiradores de Donald no sorprende el caso del actor Jon Voight, recordado protagonista de la mítica Vaquero de medianoche, junto a un jovencísimo Dustin Hoffman, con dirección de John Schlesinger.

El padre de Angelina Jolie, como se sabe, siempre ha militado en las huestes del Partido Republicano, aunque carece del temple moderado de Eatswood y por el contrario funciona como una especie de nuevo Charlton Heston, defendiendo la Asociación Americana del Rifle y atacando cuanta idea liberal se le ponga enfrente.

Voight es miembro activo de Friends of Abe (FOA, por sus siglas en inglés), un grupo que ya ha dejado de ser tan secreto, formado por miembros de la industria de Hollywood de ideología conservadora.

El nombre de la organización -fundada en 2005- alude al primer presidente republicano de los Estados Unidos, Abraham Lincoln (1809-1865), cuyo apodo era “Abe”.

La identidad de los alrededor de 2.300 miembros de FOA es un secreto, aunque en los últimos años se han hecho públicos algunos nombres, como los de los actores Clint Easwood, Gary Sinise, John Voight y Kelsey Grammer.

Quieren mantenerse en el anonimato porque en Hollywood, de mayoría demócrata y liberal, no está bien visto ser conservador, aunque como bien ha reconocido el guionista y columnista conservador David Stein –ex integrante de FOA-, los miembros de la organización “suelen apoyar a candidatos más moderados”, lo que no ha impedido que se hayan visto seducidos sobre todo “por su discurso en torno a la inmigración”.