Tenía que ser en el mes de julio –normalmente las grandes cosas pasan en ese mes, no sé por qué-. Fue un 18 de julio de 1976 cuando los Juegos Olímpicos de la era moderna, en Montreal, Canadá, supieron lo que era un 10 de calificación en una competencia que exige para lograr tal hazaña la perfección y punto. ¿Quién había logrado esa hazaña del deporte mundial?, la pequeña Nadia Elena Comaneci, rumana de nacimiento. ¡Qué historias!, me gustan las historias inspiradoras y la de Nadia es una de ellas. Ese día, después de su breve –poco menos de 20 segundos- pero impecable ejercicio en las barras asimétricas, el tablero electrónico del gimnasio olímpico de Montreal no estaba preparado para registrar el 10 y tuvieron que poner 1.00 al lado del número que portaba en su espalda, el 73. En principio privó el desconcierto ¿1.00?, ¿Qué clase de calificación era esa?, enseguida se supo que en realidad era 10.00, los tableros lo más que podían anotar era tres dígitos, cuando mucho el casi perfecto 9.99, pero no el 10.00. En total la diminuta atleta consiguió en aquella histórica olimpiada, cinco medallas, con el máximo puntaje en otras seis ocasiones, tres medallas de oro, una de plata y una de bronce. Años después huiría de su país gobernado por el dictador Nicolás Ceausescu, que años más tarde sería derrocado por una rebelión popular, condenado finalmente por un tribunal militar a morir ejecutado junto con su esposa Elena por la vía del fusilamiento. Historias de éxito de una atleta como Nadia, producto de una dictadura comunista atroz a la que se le adjudican más de 60 mil muertes de enemigos del régimen, pero nadie como Nadia. Lo escribe Marco Aurelio González Gama, directivo de este Portal