¡No vuelvan a hacer eso! ¡Se las puede llevar el río! Les dice Iraís Maritza Morales Juárez, delegada federal en Veracruz de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI), a un grupo de mujeres de la comunidad de Tecomate, en Chicontepec, después de las afectaciones por las lluvias. Y es que a las mujeres no les importó arriesgar su vida para salvar a sus gallinas. Las amarraron con una cuerda y lograron rescatar 148 para que no se las llevara el río. Iraís me cuenta que esas aves son parte de un proyecto productivo que les dio la CDI y con ellas, las mujeres subsisten vendiendo los huevos que producen… he allí su valor para estas mujeres.

Hay tantas historias –me dice– como la de don Leonardo, de Hueycuatitla, municipio de Benito Juárez, que ahora ya tiene su propia marca: Chiquihuite, que en náhuatl significa Canasta.

Me cuenta que don Leonardo hacía unas cuantas canastas para vender, pero que no podía dedicarse de lleno a ello porque trabajaba en el campo. “No le quiero quedar mal, pero si no trabajo, no como”, le dijo cuando ella le ofreció llevarlas a la exposición de los Pueblos Indígenas en la ciudad de México.

“¡Es un artista!”, cuenta Iraís, “pero entiendo su preocupación, pues tiene 4 hijos, uno de ellos discapacitado, así es que en ese momento hicimos coperacha y le apoyamos”.

Don Leonardo estuvo en la exposición, se tomó una foto con Nuvia Mayorga, directora general de la CDI y una canasta elaborada por él. La directora tuiteo la foto y al otro día, don Leonardo vendió 300 de sus canastas. Ahora, ya tiene apoyo de la CDI para hacerlas y su marca propia.

Mira –me dice Iraís mientras me enseña una foto de un stand de comida con una larga fila– ellas son Alejandra y Guillermina, de Zontecomatlán; hacen un cerdo relleno riquísimo, lo envuelven en hojas y lo entierran. ¡Tienes que probarlo, es una delicia!

Selecciona otra foto y me dice: “Es Marcos. Él es uno de los jóvenes que estará junto al presidente Enrique Peña Nieto en su informe”. Por cierto –le digo– están circulando información que los jóvenes que estarán con el presidente han sido seleccionados “a modo”.

Me responde que no, que Marcos Tetla, de la comunidad Cuesta del Mexicano, en Ixtaczoquitlán, productor de café, es un joven dedicado y trabajador que no fue seleccionado así.

Y hablando de Ixtaczoquitlán, me muestra un video donde se aprecia un invernadero con plantas y un señor que habla entusiasmado del beneficio que para ellos representan esas matas de café. No puedo evitar resaltar la emoción del señor cuando afirma que su hijo que trabaja de jornalero del tomate en otro estado de la república, ahora podrá regresar con ellos. Ante esto, Iraís dice: “Está disminuyendo la Migración”. Amplía la información diciéndome que es un proyecto de tres años de renovación de cafetales, un vivero tecnificado en el que se proporcionó la semilla y están creciendo 60 mil plantas que se darán a 200 productores. “Lástima que sólo le dieron dos de esos proyectos a Veracruz”.

En Ixtaczoquitlán recibieron el apoyo de Anilú Ingran, delegada de Sedesol, con empleo temporal, donde el trabajo es cuidar esas plantas. Con los proyectos se busca reactivar las actividades productivas ahora que el campo está debilitado.

¿Sabías que en Zontecomatlán se dan unos chiles que no se producen en ningún lado? ¿Sabías que la miel de Zozocolco de Hidalgo, conocida como Miel de abeja melipona, es una de las mejores del país?, me cuenta Iraís Morales.

Me enseña otra vez su celular y dice: “Ella es Lluvia Azucena, la niña que acompañó al presidente Enrique Peña Nieto en el evento de San Felipe, en el Estado de México. Lluvia vive en una casa del Niño Indígena (hay 82 en el estado), ubicada en El Jagüey, Chicontepec. Llega todos los domingos y se va los viernes con su abuela con la que vive, pues su madre trabaja en una maquiladora en el norte del país. Actualmente, las casas albergan a 4 mil 320 niños”.

También están las Camis (Casas de la Mujer Indígena). “En Zongolica tenemos 10 mujeres capacitadas a nivel nacional, las que a su vez ayudan y apoyan a otras mujeres”.

Tiene todo documentado en foto. “Yo las tomo, no tengo fotógrafo porque todas las fotos me las sacaba a mí y no a la gente”, me dice.

Trata de hacer recorridos tres veces por semana. A mi comentario de que se le veía cansada, me dice que cuando viaja no pega el ojo, pero que al llegar a las comunidades, la alegría de la gente la contagia y hasta se le olvida el cansancio.

Cuenta que este año le aumentaron el presupuesto para infraestructura (agua, electrificación y drenaje), pero que la CDI trabaja otras dos vertienetes: Productividad Indígena (Proyectos Productivos) y Derechos Indígenas, que contemplan entre otros aspectos, la salud y la educación.

Durante toda nuestra plática, Iraís nunca perdió la emoción y la intensidad al hablar de su trabajo, a pesar de que confiesa haber sufrido acoso laboral, como aquella vez que llegó el secretario de un diputado, puso la pistola en la mesa, y le dijo: “Peña Nieto es un Pendejo”. A pesar de todo, Iraís saca el carácter y sigue adelante. Su hobbie es cocinar y lo hace cuando más se encuentra estresada. “Tal vez me haga cargo del restaurante “El Zacahuilt Huasteco” de Doña Marilú, su madre, a quien admira y es su ejemplo.

Se considera una mujer apasionada, solidaria con su género, que apapacha y que también aprieta cuando es necesario. Le molesta la injusticia, pero sobre todo ahorita que está al frente de la CDI está haciendo hasta lo imposible para que todos volteen a ver a Veracruz… pero por el valor de su gente, en especial de sus indígenas.