El 1 de septiembre, el presidente Peña Nieto, en la reunión que tuvo con los jóvenes, respondió a pregunta expresa sobre el porqué de sus bajos niveles de aceptación que “pueden estar seguros de que cumpliré con mi responsabilidad, sin reparar en consideraciones de popularidad personal o costos políticos”.

Surge la pregunta a partir del hecho de que el presidente a lo largo de su sexenio tiene muy bajos niveles de aceptación. Las últimas encuestas lo sitúan entre 24 y 27 por ciento. Así, el rechazo ronda entre 76 y 73 por ciento. Y la calificación en torno a 3.4 sobre 10.

La respuesta puede tener dos lecturas; la de un presidente dispuesto a sacrificarse en el cumplimiento de su deber, consciente de que las decisiones que toma e impulsa son las que requiere el país aunque la ciudadanía no las entienda, a pesar de que son por su bien, y por eso califica de manera negativa a su presidente.

Otra lectura posible es la falta de sensibilidad de un presidente que no escucha a la ciudadanía que se manifiesta en contra de lo que considera es un gobierno que no responde a sus expectativas y que no actúa en el marco de lo que ella considera son valores fundamentales en el ejercicio de la función pública.

La manera que los gobernantes tienen de saber qué piensan de ellos y de su gobierno la ciudadanía son las encuestas y los grupos de enfoque. Las primeras ofrecen información cuantitativa y los segundos cualitativa. Uno y otro de estos instrumentos se complementan. Son fundamentales para conocer, a detalle y en el tiempo, la opinión ciudadana.

En términos generales las encuestas y los grupos de enfoque manifiestan rechazo a la gestión del presidente y su gobierno por tres cosas: no presentan buenos resultados en materia de seguridad -el nivel de los asesinatos ha crecido-, porque aunque se ha generado trabajo consideran que los salarios son muy bajos y porque piensan que hay una gran corrupción en la gestión pública.

Desde el poder se puede argumentar que la ciudadanía está equivocada y que su percepción de lo que hace el presidente y su gobierno es injusta o incorrecta. Si es el caso, pienso es una mala valoración. El presidente sí debe estar preocupado de su popularidad y la de su gobierno. Eso exige ser sensible a la opinión de la ciudadanía y preguntarse sobre cuáles son las razones que ésta tiene para calificarlos así.

La tendencia a la caída de la popularidad o la imagen del presidente y su gobierno ha sido constante. Comenzó en 50% y en los primeros cuatro años ha perdido la mitad de esa aprobación. Es evidente que la ciudadanía no está de acuerdo con lo que hace el presidente y su gobierno, y tampoco con la forma que lo hacen. Si al presidente no le importa el cuestionamiento ciudadano no va a cambiar, y él y su gobierno seguirán a la baja en la imagen de la ciudadanía. No es un dato menor.

Twitter: @RubenAguilar