Deje que la idea extraña llegue. No retroceda ante su avance, por acelerado que sea; déjela llegar hasta usted, cosquillear en su oreja y avanzar a zancadas por su canal auditivo. Déjela acomodarse dentro de su cabeza, saltar alguna sinapsis impertinente y olfatear el lugar.
Deje que la idea anide y descanse. Recuerde que el camino entre la boca de un interlocutor y la cabeza de un oyente es arduo, especialmente cuando los ánimos están exaltados. Por eso, permítale reposar. Ofrézcale el pan y la sal, como buen anfitrión, y asegúrese de que tenga mantas confortables y fuego en la chimenea. Una copa de vino es una cortesía fantástica, pero si la idea es una idea bebé, póngale un poquito de miel, especialmente si los días han sido fríos.
Converse con la idea cuando ésta se haya repuesto de su largo viaje. Al platicar, tenga presente que la humildad es un valor importante y las ideas la valoran mucho, puesto que no hay nada más desagradable para su pueblo que la soberbia, así que sea humilde para aceptar que apenas tuvo noticia de su pronta llegada, tuvo que andarse a las carreras para preparar su recibimiento. Sea honesto, a las ideas les irrita la grosería que disfraza la sorpresa y el miedo. Las ideas saben que a veces llegan de improviso y que a menudo la gente no está preparada para recibirlas; están acostumbradas a que a su llegada, las corran, las lancen al foso, a los leones o les escupan, pero eso no significa que les guste.
A menudo las ideas traen un arsenal de conocimiento entre sus maletas. A diferencia de otros viajeros, las ideas no son celosas ni les preocupa que les roben sus pertenencias, sino que están ansiosas por compartirlas. Por ello no se muestre tímido y pregúntele con entusiasmo qué trae por ahí. La idea siempre le responderá que viene cargando con la historia de su vida y con cariño sacará un álbum fotográfico de sus vivencias, de sus lecturas y conversaciones. Sea amable y escuche todas sus anécdotas de principio a fin. Si puede evitar cualquier comentario, mejor. Deje que se explaye y sólo hasta que finalice, permítase pensar a profundidad en lo contado.
Por último, deje que la idea descanse de nuevo. De ser necesario, descanse usted de la idea. Prosiga con sus ocupaciones diarias, mientras la idea vacaciona dentro de su cabeza, aunque nunca la desatienda demasiado. Le advierto que las ideas suelen tener formas extrañas y múltiples lados, lo que puede resultar desconcertante. Pero ante todo recuerde que es una descortesía tremenda rechazar o echar una idea sin antes haber admirado cada una de sus caras. Al respecto, también es necesario tener presente que a las ideas les encanta ser examinadas, pero haga el favor de no diseccionarla con saña, que eso es de malos anfitriones.
No se preocupe si la idea le resulta inexplicable o si es tan grande que hace tambalear los cimientos de su mente. De hecho, mientras más se tambaleen, mejor. Las ideas son bondadosas y cuando destruyen un hogar, erigen otro. A veces hasta les queda mejor que el anterior.
Aplíquese, especialmente, con ideas “progres”, a saber: matrimonio homosexual, adopción homoparental, feminismo, veganismo, animalismo…
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